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El espacio de Aranda

ANÉCDOTA EN UNA PELUQUERÍA

Hace varios años escribía yo un hecho que presencié en la peluquería donde suelen arreglarme lo que llevo entre los hombros. La anécdota entonces fue muy curiosa, y si me lo permiten, puedo decirles que es calcada a otra que observé hace unos días en la misma peluquería, pero con distintos personajes. Verán: entre los parroquianos, se encontraba un niño de apenas cinco o seis años, con su padre, en espera de que el "fígaro" lo sentase en la trona, donde suele pelar a los críos. En un momento dado, se pudo escuchar un sonoro pedo que el chavea soltó, acompañado de una sonrisa que buscaba la complicidad de los presentes. Imagínen el apuro del padre, que se levantó muy azorado, y lo primero que hizo fue darle un pequeño zarandeo: "¡eso no se hace jamás en presencia de otras personas!". El niño al ver a su padre tan mosqueado, se le borró la inocente sonrisa, y un "puchero hiposo" apareció en su carita; porque para él eso de soltar un pedo era una cosa tan natural, como graciosa.

Machado decía que Lope de Vega era mundano y alegre; Velázquez muy tranquilo y sosegado; Cervantes soñador y alcahuete; y Quevedo, filósofo, espadachón, borracho y putañero. Por la amistad que me une al padre del pequeño pedorro, para apaciguarle el azoramiento y también para que se le borrase la lividez de su cara por el bochorno, en pocos minutos traje de mi casa, -vivo muy cerca-, un pequeño cuadernito de apenas sesenta páginas: "Gracias y Desgracias del Ojo del Culo", de Quevedo. Ya sé que algunos, con solo leer el titulo sonreirán, y otros pensarán que se atenta contra las buenas costumbres, que era lo que Quevedo provocaba con sus escritos jocosos, como las polémicas que sostuvo con Ruiz de Alarcón, el autor de "La Manganilla de Melilla"; también con Góngora, y con su implacable enemigo Pérez de Montalbán, que fueron célebres por su poderoso ingenio, y extraordinaria imaginación. Yo creo que la guasa que tiene la dedicatoria, puede hacer sonreír a la persona más seria y puritana: "A Doña Juana Mucha, Montón de Carne, Mujer Gorda por Arrobas. Escribiólas, Juan Lamas el del Camisón Cagado". La defensa que hace del culo no tiene desperdicio: "… El no ver es falta de amor poderoso, fuera de que el ojo del culo, por su mucha gravedad y autoridad no consiente niña, (…) , Que es más necesario el ojo del culo solo que los de la cara, por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir". El gesto de mi amigo cambió apenas comenzó su lectura. Lo que más hizo para que sonriera fue uno de los párrafos que dice: "Lo del pedo es verdad que no lo sueltan los ojos; pero se ha de advertir que pedo antes hace al trasero digno de laudatoria, que indigno de ella. Y para prueba de esta verdad digo, que de suyo es cosa alegre, pues donde quiera que se suelta, anda la risa y la chacota, y se hunde la casa, poniendo los inocentes sus manos en figura de arrancarse las narices y mirándose unos a otros, como matachines. Es tan importante su expulsión para la salud, que en soltarle está en tenerla". Y finalmente, el célebre renco, tan locuaz y cachondo dice: " Todos los miembros del cuerpo se han holgado y huelen; los ojos gozan de la hermosura; las narices huelen lo suave y odorífero; la boca gusta de lo sazonado, y besa lo que ama y le parece bien; la lengua retoza entre los dientes y se deleita con el reír y con el ser pródiga cuando un amante pide a su dama que se la envaine; y al fin, como hemos dicho, no hay miembro que no se huelgue; solo el culo es tan desgraciado, que una vez que se quiso holgar lo quemaron". El inmortal Hipócrates decía: "Spiracula culi factida et iterata juvant ventre. O sea, que las respiraciones del culo hediondas y reiteradas suelen aliliviar el vientre. Y ahora que cada cual juzgue y crea lo más conveniente al respecto, pero les aseguro que el padre del pequeño pedorreta, y soy testigo de ello, su opinión es alegre y distinta, y no tan denostada de los efluvios que soltamos todos por el ojo del culo. También digo que no hay que confundir la defensa escatológica que hacía Quevedo del "anillo de cuero", con los modales y el comportamiento social que siempre se debe tener para que se demuestre que se ha recibido educación.

Y como va de peluquería, como entonces, lean un chiste convertido en soneto-chisneto de mi amigo D. Ricardo Redoli:
"Un barbero buscando un beneficio
De un hijo sin estudios e ignorante,
En aras de un futuro más brillante,
Le inició de aprendiz en el oficio.

Le buscó un parroquiano a su novicio:
Un buen hombre paciente y tolerante,
Cliente de fiado y gran talante
Que requería, a diario, algún servicio.

El joven, cuando empieza el afeitado,
Nota que se le escapa la cuchilla
Y asesta un golpe seco a su cliente.

El padre, que vigila preparado,

Ve la sangre correr por la mejilla,
Y larga un bofetón furiosamente.

Tres cortes más siguieron al primero
Y a cada uno le siguió un metido

Destinado al muchacho y recibido.

Por el pobre cliente del jifero.

Un quinto corte, que será el postrero,
Le arranca, con la oreja, un gran quejido.

En el suelo, el apéndice caído
Recuerda la faena de un torero.

El cliente mirando al alfajeme,
Cuyo genio conoce y ahora teme,

Le dice al aprendiz con desconsuelo:
"Pisa la oreja y déjala en el suelo,
no sea que tu padre, con la afrenta,
me arranque la otra oreja por su cuenta."

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