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Carta del Editor

Progreso, diez razones para mirar al futuro con optimismo

El principal combustible para acelerar el progreso del mundo es la acumulación de conocimiento.

Las elecciones autonómicas catalanas del 21 de octubre han desembocado en una catástrofe sin paliativos

La aprobación de los Presupuestos Generales de la Ciudad es una buena noticia. No lo es tanto que aumente el número de empleados públicos, algo que, como los malditos Planes de Empleo, no genera empleo, sino todo lo contrario
Última Carta de este año que hoy termina. De nuevo mis deseos de que el año que mañana empieza sea lo mejor posible para todos, que nos sumemos -como hace el sueco Johan Norberg en su reciente libro, "Progreso, 10 razones para mirar al futuro con optimismo"- a las razones que avalan ese optimismo, sobre la base de que, como escribe Norberg y a pesar de que las malas noticias son omnipresentes en las televisiones, los periódicos y las conversaciones, "el progreso que la humanidad ha experimentado en las últimas décadas ha sido asombroso y no tiene precedentes", en ninguno de los campos que Norberg analiza, en los que el progreso sustenta la tesis optimista: alimentación, saneamiento, esperanza de vida, pobreza, violencia, medio ambiente, alfabetización, libertad, igualdad y la próxima generación.

Sobre esta última "razón", la décima, un comentario previo de Julian L. Simon: "El principal combustible para acelerar el progreso del mundo es la acumulación de conocimiento. Los frenos son la falta de imaginación y los vetos sociales al desarrollo de actividades innovadoras. El mejor recurso es la gente, especialmente los jóvenes que viven en libertad y se preparan para perseguir sus deseos e imaginaciones en beneficio propio, algo que, inevitablemente, nos beneficiará también a todos los demás".

Leer es un magnífico entretenimiento en estos días tranquilos. Un par de artículos periodísticos me han llamado especialmente la atención durante estos festivos días. El primero, sobre Cataluña y sus elecciones últimas: "Las elecciones autonómicas catalanas del 21 de octubre han desembocado en una catástrofe sin paliativos de la que el presidente del Gobierno no parece dispuesto a responsabilizarse (y la vicepresidenta, que rebosa simpatía por un independentismo catalán "legítimo" y "engañado" por Puigdemont, mucho menos)", escribía Jon Juaristi, en ABC el pasado domingo en un artículo titulado: Vascocatalana. La situación postelectoral catalana no puede ser más vasca. O sea, muy mal, casi tanto como el Madrid, sobre el que escribió un artículo muy gracioso -también en el ABC del domingo pasado- Jose María Carrascal, comentando que, años atrás, un amigo catalán le dijo que el problema de allí se solucionaría si el Barça ganase siempre al Madrid, que es, añade Carrascal -seguidor del Atlético de Madrid desde los tiempos del Atlético de Aviación- el mejor equipo del mundo, porque en los últimos tiempos juega siempre con diez jugadores, ¡y muchas veces gana!. El jugador que le falta no es un expulsado por algún árbitro, es Benzemá, el amor de Zidane, "que anda en vez de correr, que es un delantero centro que no marca goles y, encima, estorba el juego de sus compañeros". Tiene razón Carrascal, como la tiene el vasco Juaristi en lo de la catástrofe de las elecciones catalanas y lo de "Vascocataluña", una de sus consecuencias.

En cualquier caso y ante la inminente llegada del nuevo año, 2018, conviene plantearse la siguiente pregunta: ¿Qué retos tiene pendientes cualquier sociedad moderna desarrollada (incluida la melillense)? Un libro, "Historia económica mundial, X-XX", de varios catedráticos españoles, tras analizar la evolución económica mundial desde la Edad Media (años 1.000-1450) hasta la economía mundial entre 1973 y el siglo XXI, habla de los retos pendientes, entre ellos la liberalización efectiva y, muy especialmente, la calidad del marco institucional, porque un marco institucional adecuado y moderno genera/posibilita progreso y desarrollo, que es lo que necesitamos y a lo que aspiramos.

Emmanuel Macron, elegido presidente de Francia en mayo de 2017, es un buen ejemplo del nuevo marco institucional que, afortunadamente, viene. En una entrevista que publicó El Mundo el 27 de diciembre Macron decía: "El pueblo francés ha protagonizado una gran revolución estos últimos meses. Ha querido una transformación del agotado esquema partidario, ha exigido un cambio profundo de las prácticas políticas" y añadía, respecto a lo que a la economía se refiere: "Nuestra estrategia se basa en cuatro pilares: liberar, proteger, invertir (activar la inversión pública y privada) y confiar (devolver el poder a quienes hacen). En suma, "renunciar al espíritu de resignación y al inmovilismo".

Me ha llamado especialmente la atención ese propósito/pilar de "devolver el poder a los que hacen". Destruir y criticar -algo muy desarrollado y practicado en España, y en Melilla no digamos- es muy fácil, sale gratis, no exige preparación ni esfuerzo. Hacer, es todo lo contrario, es difícil, arriesgado, costoso, exige conocimiento y esfuerzo. Los que "hacen" tienen mucho mérito y el beneficio propio redunda, como decía Simon, inevitablemente en el beneficio de todos los demás. Ténganlo en cuenta los que acostumbran criticar y menospreciar a los que emprenden, a los empresarios, algo que viene a ser como tirar piedras sobre el tejado propio.

En lo que concretamente a Melilla respecta, un apunte final. La aprobación de los Presupuestos Generales de la Ciudad es una buena noticia. No lo es tanto que aumente el número de empleados públicos, algo que, como los malditos Planes de Empleo, no genera empleo, sino todo lo contrario, impide que se cree empleo generador de riqueza, que es lo que Melilla necesita imperiosamente. Ya habrá tiempo de volver sobre esto.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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