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El rincón de Aranda

Unas recomendaciones para hablar catalán

Cuando yo prestaba servicio como Cartero Urbano, en Barcelona, con 20 años recién cumplidos, lánguidas pupilas, y el bigote como las morsas, un compañero, el señor Aguaviva, a punto de jubilarse, me decía que yo era adicto al veneno de los libros. Entonces, en Correos, los jóvenes funcionarios veinteañeros como yo, a los compañeros de edades como la de nuestros padres, solíamos tratarlos de “usted”, y el “señor” o “señora”, siempre por delante. Otra cosa eran los ciudadanos, destinatarios de los objetos que debíamos entregar en ventanilla, o en los domicilios. En la barriada de Horta había una señora, muy “señoreada”, que cada día me acechaba para preguntarme: “Senti carter ¿té alguna cosa per a mi?”: “Oiga cartero ¿tiene algo para mi?”. Debo decir que a mí no me molestaba que me preguntase en catalán, si llevaba correspondencia para ella o para algún familiar, ya que la entendía perfectamente; lo que ya me fastidiaba era que, sin respeto alguno, siguiera la conversación en catalán sabiendo que a mí me costaba entenderla. Recuerdo que un día, la “buena” señora cogió un mosqueo de cojones, cuando me “atreví” a disculparme porque no la entendía. Entonces su contestación fue algo así como: “Mira noi el primer que has de fer és aprendre català perquè per a això vius a Catalunya; i has agrair-nos que estàs menjant aquí”; que traducido al
castellano: “Mira chico (me tuteó) lo primero que debes hacer es aprender catalán porque para eso vives en Cataluña; y debes agradecernos que estés comiendo aquí”. Entonces mi rabia contenida durante mucho tiempo saltó, diciéndole que mi sueldo provenía del Ministerio de la Gobernación, y que era ella la que debía agradecerme mi estancia en Cataluña, ya que comía, vestía, calzaba, cagaba, meaba, y también bailaba en sus salas de fiestas (ahora discotecas), gracias al salario que me llegaba de Madrid, y que como ciudadano de Barcelona el Estado, vía Presupuestos Generales del mismo, le “endiñaba” por mi humilde persona, algunas pesetitas al Ayuntamiento de la ciudad.

Créanme que la señora, que por cierto era charnega-cuchichí (mitad y mitad), jamás volvió a preguntarme nada.

Esto que he relatado, me ha recordado lo que un buen amigo me ha enviado por wasap, donde se ve a una locutora de la televisión pública (sic) catalana tv3, cuando una oyente, con humildad, le pide por favor que le hable en castellano, ya que no entendía el catalán; y aquélla, después de seguir en ese idioma, “sin bajarse del burro” con sarcasmo, muy mona y sonriente ella, la despidió, recomendándole que hiciera un curso acelerado de catalán, y que volviera a llamar a la tv.

También cuenta la Historia que Carlos V, Emperador de España y de Alemania, hallándose una vez en Roma en presencia del Papa, y recriminado por un embajador al oírlo dirigirse al pontífice en castellano, aunque hablaba latín, italiano, alemán y flamenco, respondió: “No espere de mí otras palabras que mi lengua española, que es tan noble que merece ser sabida y entendida de toda la gente cristiana”. Por eso hay gente que escribe, y habla, tan a la ligera que no sabe cuando hay que decir: “Arre” o “So”. Pero yo, como un español que se expresa en castellano, me limito a cumplir con el art.3º de nuestra Carta Magna: “1º El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2º Las demás lenguas españolas (sic) serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos, y 3º La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección”. Yo, si me lo permiten, aconsejo que éste artículo, deben aplicárselo integramente, los que intentan introducir con un “calzador” una lengua extranjera en nuestra ciudad, como es la de nuestros vecinos.

Y para finalizar también con algo histórico sepan que cuando D. Pedro Abarca de Bolea, Conde de Aranda, era Embajador de España en París, le preguntaron si el monarca tenía gran poder, entonces el conde respondió: “En cada asunto el “sí” o el “no” dependen de los ministros, el “cuándo” o el “cómo”, de los empleados que extienden el decreto; el papel y la mesa los pone la nación; y el Rey solo pone la pluma y la tinta para firmar”. Y no hay que olvidar que en aquel tiempo el Rey de España era Carlos III. Y como saben éste era muy puntilloso para sus cosas.

P/D. Como siempre, y con mi “erre que erre”, espero que las autoridades, tanto civiles como militares, se unan de una vez para que algún día La Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”. Y a la señora Mohatar, recordarle a Napoleón.

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