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El Santo Oficio

El Espíritu Santo Ortodoxo

Paráclito

La Iglesia Ortodoxa dice en que Occidente se ha dejado de lado al Espíritu Santo, sobre todo cuando fue relegado en el Credo Niceno-Constantinopitano a un lugar que no le correspondía: "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo". Esto, que parece algo poco importante, es conocido como el Filioque, y es en realidad la principal causa de separación y división teológica entre las Iglesias Católica y Ortodoxa. No es algo sencillo de entender, por eso hemos recurrido a los ortodoxos griegos, al padre Teodoro Zisis, teólogo de la Universidad de Tesalónica para que lo explique:
"La diferencia no solo está en los términos proceder y enviar, sino en el lugar en donde suceden la procesión y el envío. Así cuando los ortodoxos decimos que el Espíritu Santo procede del Padre, entendemos dentro de La Santísima Trinidad. La eterna procesión del Espíritu Santo. La procedencia; el principio del Espíritu Santo dentro de la Santísima Trinidad. Así pues, algunos no entienden que cuando decimos que el Espíritu Santo procede del Padre, nos referimos a la procesión intra-trinitaria del Espíritu Santo del Padre, a la procesión ontológica, existencial del Espíritu Santo; así como el Hijo nace del Padre, el Espíritu Santo procede del Él. Por esto el Espíritu Santo procede del Padre; es decir, nos referimos a la procedencia de las personas de la Santísima Trinidad. El Padre es ingénito, no tiene origen. El Hijo es nacido, nace del Padre. El Espíritu Santo es procedido, procede de Él. En algunos pasajes de las Santas Escrituras se habla del envío del Espíritu Santo, y algunos también dicen que procede del Hijo. En esos pasajes no se trata de la procesión en el interior de la Santísima Trinidad, sino del envío de la Gracia y de la energía del Espíritu Santo a la Iglesia. Es decir, algunos se confunden gravemente, cuando afirman que el Espíritu también procede del Hijo. Sin duda el Hijo participa en el envío, pero el Espíritu Santo solo procede del Padre”.

Un milenio de desarrollo teológico a partir de esta diferencia de concepto, crean un abismo muy difícil de salvar. Quien quiere o afirma pretender unirse, debe conocer las diferencias, lo que separa, para poder iniciar ese camino. La verdadera diferencia y la verdadera unión, solo pueden producirse con la Iglesia Ortodoxa, que todas son independientes y autocéfalas. Ninguna prevalece sobre la otra.

Hay otras diferencias más, pero la del Espíritu Santo condiciona todo el desarrollo teológico. ¿Cuál es el objetivo de relegar a un segundo escalón al Espíritu y poner al Hijo junto al Padre? Esta es la respuesta del padre Teodoro Zisis: “La diferencia les sirve de mucho, sobre todo para mantener la primacía del Papa. En la eclesiología papista, Pedro es el sucesor de Cristo y el Papa el sucesor de Pedro. La Escritura dice que Cristo envió al Espíritu Santo al mundo, no a Pedro. El sucesor del Espíritu Santo (paráclito) no es solo Pedro, sino todos los apóstoles, es decir, el Sínodo. Así pues, como querían fortalecer a Pedro quisieron darle más importancia a la persona del Hijo, disminuyendo la del Espíritu Santo y reforzando la institución Papal”.

Como explicación es magnífica y hay que decir que la teología y liturgia ortodoxas, herederas de la bizantina, son muy atractivas y cautivadoras. Su fuerza descriptica es inmensa.

Dijo el Papa Francisco en mayo de 2005: “Y me viene a la mente decir algo que puede ser una insensatez, o quizás una herejía, no sé. Pero hay alguien que ‘sabe’ que, pese a las diferencias, somos uno. El que nos unge con el martirio, sabe que los cristianos son discípulos de Cristo: ¡que son uno, que son hermanos! No le interesa si son evangélicos, ortodoxos, luteranos, católicos, apostólicos”. Una gran respuesta, pero sigue habiendo problemas muy serios para caminar en esa dirección.

No solo es la cuestión del “Filioque”, es también el dogma de la “infalibilidad pontificia”, gravísimo error desde la visión ortodoxa, la comunión con pan ácimo y no entero, o las cuestiones de “la dormición”, que no “asunción” de la Panagia María Teótokos (La todasanta Madre de Dios), en la espléndida denominación única ortodoxa. Ellos no creen que Lourdes o Fátima sean apariciones de La Teótokos. Ante el exceso de apariciones Francisco I ha dicho que: “La Virgen no es un cartero, que trae mensajes todas las semanas”, en referencia a Medjugorje o Garabandal.

Pero entre todos, destaca la sencillez del duhovnic Arsenie Papacioc: “Dios no se deja engañar. Tenemos un soberano viviente que es Cristo y está vivo. ¿Por qué necesitamos un vicario? Vivimos por la fe, no por la vista. ¡Qué la Madre de Dios nació sin pecado es un grave error! ¿Por qué compararla con Dios y hacerla igual a Él? Ella es la Madre de Dios, pero es su sierva y todas las naciones la llaman bienaventurada”.

A estas dos últimas cuestiones ya ha renunciado Benedicto XVI, quien ha dicho que no se considera el Vicario de Cristo, solo el sucesor de Pedro. En cuanto a la Virgen, el Papa Benedicto XVI, insiste en la necesidad de conocer y comprender que es una sola, llámese Guadalupe, Rocío, Fátima, Lourdes o como se quiera.

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