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La estatua de la libertad en París

Visité el Museo D’Orsay en París a primeros de noviembre, unos días antes del ataque terrorista yijadista sufrido el 13 de noviembre en los que han asesinado a 129 personas y herido a más de 400. La ciudad estaba, como siempre, llena de turistas y con su habitual actividad cultural frenética pues hay una magnífica exposición sobre Picasso y, también, ya está abierto al público el gran museo Picasso.

El museo D´Orsay ha sido renovado recientemente y en el gran distribuidor central han colocado la estatua de la libertad, de Bartholdi, fundida en bronce en 1889, que ha estado situada en el Senado de Francia hasta 2012. Esta estatua, de tamaño reducido, es semejante a la Estatua de la Libertad de Nueva York que Bartholdi diseñó, con la colaboración arquitectónica de Eiffel (pues tiene 93 metros de altura) y que Francia regaló al pueblo americano en 1886 para conmemorar el centenario de la independencia de USA; la colosal estatua da la bienvenida a tantos inmigrantes llegados a Nueva York por mar y representa la esperanza de mejora de sus condiciones de vida en libertad.

Las citadas esculturas de la libertad de Bartholdi, la grande y la pequeña (aunque hay más), sostienen en su mano derecha, con el brazo extendido hacia el cielo, la antorcha que da la luz necesaria para convivir en libertad y en su mano izquierda tiene un libro que conmemora la Constitución americana. Me hizo recordar el deseo de vivir con seguridad y progresar que tienen los refugiados y emigrantes que llegan a Europa.

Pocos días después los terroristas asesinos han actuado en París, ciudad cargada de Ilustración, razón y de lucha por la libertad y los derechos de los ciudadanos. Los asesinos no han respetado la vida ajena ni la propia, ni respetan la razón ni los valores en los que han sido educados, en Francia y en Bélgica. Más triste aún es que incluso algunos han nacido y se han educado en Europa sin ser capaces de apreciar estos valores y la belleza que París, Francia y Europa les han ofrecido; por el contrario, han elegido, libremente, el camino del asesinato cargado de fracaso personal y de rabia fanática del radicalismo islamista, para demostrar que les gustaría destruir la civilización occidental y la forma de vida europea. Todas las escuelas de Francia tienen en su frontispicio la frase: “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, pero este mensaje, lamentablemente, a pesar de haber asistido a estas escuelas y de haberlo leído a diario, no ha llegado a estos fanáticos. El ataque realizado demuestra tres cosas.

Primero: que la labor de captación y propaganda de los líderes del fanatismo islamista (que no de la comunidad islámica) alcanza el destino perseguido y convence a algunos; esto obliga a conocer los métodos de conexión y mejorar la seguridad en las fronteras.

Segundo: que hay que redoblar el esfuerzo en formar en los valores europeos de libertad, igualdad, pluralismo, de respeto a los demás y conforme a las ideas del lugar donde vivimos. En español decimos “donde fueres haz lo que vieres” y el art. 8 del Código Civil lo dispone con total sencillez: “Las leyes penales, las de policía y las de seguridad pública obligan a todos los que se hallan en territorio español”. Este precepto es de fácil comprensión y ordena a quienes vienen a España que pueden actuar según su cultura, tradiciones y formas, siempre que respeten las leyes vigentes. Por ello, no es lógico pretender admitir el “multiculturalismo” sin límites, pues ni en España ni en Europa tiene cabida la cultura de la superioridad del varón sobre la mujer, o la imposición inquisitorial política o religiosa. Y tercero: que hay que mejorar el nivel de inteligencia policial, seguridad y de defensa. No es lógico, por mucha teoría de geoestratégia que nos expliquen, que el denominado “estado islámico” aspirante a “califato” sea un foco de inestabilidad mundial y locura asesina que lleve actuando años y obtenga suculentos ingresos por venta de petróleo o por coacción, secuestro o robo, que le permite mantener una red de terrorista por muchos países, incluidos los europeos.

La libertad es un valor, un bien, que se alcanza con valentía, con lucha diaria, pero que hay que esforzarse para conservarla. Lo mismo ocurre con la democracia y la realidad efectiva del Estado de Derecho, que debemos que mejorar día a día. En esta defensa estamos implicados todos y todos debemos replicar explícitamente, sin cobardía, con vehemencia, a esas declaraciones dubitativas y equidistantes de líderes políticos que quieren convencernos de que todos somos buenos y que hemos de dialogar por la paz y aplicar el multiculturalismo sin límites. Esto es pura cobardía e insensatez. Quienes matan son los otros y el Imperio de la Ley en los Estados de Derecho europeos debe perseguirlos y condenarles porque, simplemente, quieren acabar con nuestra libertad y forma de convivencia en igualdad, y, en su defecto, con nuestra vida.

CONCLUSIÓN: La libertad se consigue día a día, y debemos defenderla en cada momento. Quienes atacan y matan a nuestros conciudadanos, en nombre de otra cultura o forma de vida que nos quieren imponer, nos atacan a todos. Hay que saber defenderse y los conceptos de seguridad y la libertad son compatibles y acumulativos: sin seguridad no hay libertad y la libertad debe ser el fin de la seguridad.

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La estatua de la libertad en París

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