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Recuperar nuestro espaldón

Los melillenses recuperarán su paseo del espaldón, que fue inaugurado de manera flamante hace cerca de 11 años tras meses de obras y una gran inversión. Una actuación que permitió recobrar un lugar emblemático, pero que poco después tuvo que ser cerrado a cal y canto porque jóvenes y menores de edad del país vecino hicieron de las escolleras su particular «territorio comanche» La Autoridad Portuaria tiene intención de reabrir el paseo del espaldón del puerto antes del verano, una vez que ya estén instaladas todas las medidas de seguridad con las que se está reforzando la seguridad para evitar las miles de intrusiones que se producen desde hace meses por parte de inmigrantes adultos y menores que tratan de llegar a Europa como polizones a bordo de los barcos que enlazan Melilla con la península.
De esta forma, los melillenses recuperarán su paseo del espaldón, que fue inaugurado de manera flamante hace cerca de 11 años tras meses de obras y una gran inversión. Aquella actuación permitió recobrar un lugar emblemático, a los pies de Melilla la Vieja, a espaldas del puerto, desde donde contemplar el horizonte y la intensa actividad que suele haber en los muelles de atraque. Los melillenses pronto acogieron este paseo con entusiasmo por la oportunidad que ofrecía a los deportistas o, simplemente, a aquellos que querían deleitarse con las vistas del litoral melillense y marroquí, de tal belleza, que el espaldón llegó a ser incluso una zona donde llevar a ministros y altos cargos en sus visitas a Melilla.
Pero poco duró la alegría para los melillenses porque hace ya muchos años que nadie va allí por gusto. Todo el mundo sabe que es un lugar peligroso, dominado por adolescentes y menores de edad del país vecino que tienen como gran obsesión colarse en alguno de los barcos y zarpar como polizones. Por eso el espaldón está cerrado a cal y canto con una verja, una cadena y un candado para que nadie pase, aunque estos niños y jóvenes siempre se las ingenian para colarse, haciendo de las escolleras su particular «territorio comanche». Es, en otras palabras, su trampolín desde el que acceder a la zona restringida del puerto, que el año pasado acumuló más de 19.000 intrusiones, y en el primer mes de 2018, más de 3.100.
Las cifras delatan que este problema ha ido cada vez a más hasta adquirir unas dimensiones insostenibles, cobrándose varias vidas y poniendo en jaque la seguridad de una infraestructura estratégica e imprescindible para el desarrollo social y económico de la ciudad. De ahí que la Autoridad Portuaria haya decidido adoptar medidas, basadas en más cámaras y vallas con mecanismos que dificultan que pueda ser trepada como ocurre ahora. Unas medidas que, por estar acompañadas de concertinas y alambres de espino han levantado una enorme polémica, recurrente, como ya sucedió hace unos años con el perímetro fronterizo.
Paradójicamente, aquellos que tanto se alarman por esas medidas no se revuelven con la misma intensidad contra el hecho de que haya niños malviviendo en las escolleras, sufriendo grave riesgo para su integridad, colándose en zonas sensibles por lo que supone el funcionamiento del puerto y de instalaciones sensibles como el almacén de butano. No protestan porque los melillenses ya no podemos disfrutar de una zona que es nuestra, como es el paseo del espaldón, que hemos perdido por un problema de seguridad y de inmigración irregular que parece no importarles. Lo que les importa son las concertinas, no el problema de fondo. Una actitud populista que no sirve para nada, salvo para hacer ruido.

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