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Atril ciudadano

¡Hasta siempre mi General! Con afecto a una excelente persona, a un gran ser humano

Como dice la letra de la sevillana de Los del Río "Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar". Esta es, sin duda, la sensación que tenemos muchos melillenses, aquellos que hemos tenido el privilegio y la gran suerte de tratar a D. Fernando Gutiérrez y Díaz de Otazu, nuestro comandante general.
Quien tiene la osadía de escribir estas líneas es una de esas personas privilegiadas y puedo decir que en mí deja una huella que, efectivamente no se borrará nunca.

Le conocí hace ya más de una década, en su etapa como coronel de Estado Mayor, cuando estaba al frente de la Comandancia General de Melilla D. César Muro Benayas. Otro ser excepcional con quien a día de hoy sigo manteniendo contacto.

No voy a glosar la vida militar del general de división, no pretendo relatar su extensa Hoja de Servicios, no es esta mi intención. Quiero centrarme en el ser humano: un hombre del norte, cuya trayectoria profesional le trajo hasta aquí y se enamoró de esta ciudad. El Amor ha sido recíproco porque en el corazón de Melilla, Fernando y su familia ya tienen un lugar privilegiado.

No es fácil ganarse el cariño y las simpatías de una población tan peculiar como la nuestra y Él ha sabido hacerlo. Hombre humilde, sencillo, cercano a todos y procurando estar presente en todo cuanto le ha sido posible.

Como miembro de la Congregación de la Virgen de la Victoria he tenido la oportunidad de verle participar en la novena día a día. Confieso que le observaba desde mi sitio, orando y dedicando unos momentos de su tiempo a la Madre del Cielo.

Ha procurado asistir siempre a la gran mayoría de actos culturales que se han desarrollado en la ciudad a lo largo de todos estos años. Y tengo que decir que cada vez que hemos coincidido no ha dudado en acercarse a mí y saludarme con mucho cariño.

Debo decir que el destino le trajo a Melilla para que presidiera un acto que nunca podré olvidar mientras viva. Lo guardo como un tesoro en la caja fuerte de mis sentimientos. D. Fernando, ya como comandante general, me impuso la Medalla al Mérito Militar con Distintivo Blanco el 4 de diciembre de 2014, festividad de Santa Bárbara, Patrona de Artillería. De ese día tan especial es la imagen que ilustra este texto.

Meses después, en julio de 2015, nuestra querida y admirada Caballería tenía a bien hacerme otro gran regalo: distinguirme como "Cazador de Honor". Así pues, concretamente el día 23 de dicho mes y en un acto que rinde homenaje a los Compañeros que perdieron la vida en la Última Carga del Alcántara en aquel aciago verano de 1921, recibí, junto con otros grandes militares a la par que amigos, los atributos de dicho Honor. Volvimos a coincidir en aquella festividad de Santiago Apóstol y de nuevo me hizo acreedora de su cariño.

En mis contribuciones literarias al mundo de la historia militar de Melilla, junto con Eduardo Sar Quintas, Él también ha estado presente; desde aquel lejano trabajo publicado en 2010 Nombres para la historia militar de España. Campaña de Melilla 1909-2009 hasta I Centenario del Panteón de Héroes de Melilla (1915-2015) pasando por La impronta militar en el cementerio de Melilla. Igualmente nos ha prestado su apoyo y ha estado presente en todas aquellas charlas o conferencias que hemos impartido en nuestra ciudad.

Por eso hoy no quería, no deseaba hablar del militar, sino del hombre. Es evidente que todo es uno, pero quizá pocos conocen su humanidad, su simpatía y cercanía.

Quiero expresarle desde estas líneas mi más sincero agradecimiento por todo cuanto he recibido durante su estancia en Melilla. Decirle que nunca podré olvidar aquella tarde de enero en la parroquia de la Medalla Milagrosa cuando me acompañó en un momento tan triste para mí. Hacía un mes que había perdido a mi Madre y Él asistió a la Misa que ofrecimos por su alma.
¡Gracias D. Fernando! ¡Gracias por haber derrochado en esta Ciudad, tanto cariño! Todo cuanto ha ido sembrando durante el tiempo que ha vivido entre nosotros, me consta que ha dado buen fruto. ¡No podía ser de otra forma!
Le deseo todo lo mejor en la nueva etapa que comienza. Cuando el otro día le hice llegar mi pesar por su partida, con una gran sonrisa me dijo: "Isabel, debe haber gente nueva", y yo le respondí: "Solo espero que sean la mitad que Usted".

Sabe que los melillenses no le vamos a olvidar nunca porque su vida ya está unida a la nuestra. Esta ciudad, que ostenta los títulos de Valerosa, Humanitaria y Muy Caritativa, es también Acogedora y Agradecida, sobre todo con quien lo merece de verdad. Este es su caso mi admirado general. Su preocupación y cariño por Melilla y sus gentes me ha llevado a compararle, aunque estas se dice que son odiosas, con otros que le precedieron en el cargo como D. Venancio Hernández, hombre muy querido y respetado no solo por sus convecinos sino también por los cabileños con los que siempre supo y quiso mantener buenas relaciones.

Su fotografía forma parte de la Galería de Comandantes Generales de la Ciudad de Melilla, su nombre es ya historia viva de ella, pero el ser humano, D. Fernando o Fernando simplemente, quedará para siempre en el corazón de estas gentes y por supuesto en el mío.

Me niego a decirle ADIÓS, permítame que mi despedida sea… ¡Hasta siempre D. Fernando. Hasta siempre mi General!

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