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Buenos días

Chiquito y Forges, Forges y Chiquito

Hace poco tiempo se fue Chiquito. Ahora lo ha hecho Forges. Con Chiquito se fue la risa causante de muchas micciones femeninas. Con Forges, la sonrisa se aleja de nosotros. Chiquito de la Calzada, como buen malagueño, era visceral. Su humor no era humor controlado por el ingenio y la compostura. La palabra y el desenlace. El no usaba, no podía, un discernimiento organizado con arreglo a una regla y a un lacónico optimismo. No, El no contaba chistes. El vivía dentro del regocijo. Satisfecho y alborozado convirtiendo su espíritu en barro y su materia en psique, desajustando el idioma y la compostura, embelesando y atrayendo en su anarquía y barahúnda, cierta armonía hacia su propio orden. En su estrepito orgánico, contaba la misma cosa cien veces y siempre no era la misma. Picassiano de la gracia no buscaba un final. Era el desarrollo, la escenografía, la puesta en escena, y el, como principal personaje, hacia brotar una girándula de exclamaciones y disparates altisonantes, donde el colorido de un barrio malagueño, solía recogerlo como a un niño en una calzada bajo el sol, cada vez que actuaba ante la gente. Pues el, nunca tuvo público. Era la gente la que le alentaba su pequeña figura de ser inolvidable.

Forges era el ritmo de un latir colectivo. Un vigía con gafas. Cuyo faro era un simple rotulador. En los desiertos de sus cuartillas en blanco, España se asomaba cada día, para borrar del entrecejo del hombre cotidiano una arruga, dejándole un surco de confianza en esos hombres que aun saben tener esperanzas, no solo en la vida impuesta, sino también en aquella, donde el ingenio, la bondad y la inocencia de un trazo de tinta, le traía al recuerdo. El recuerdo de algo que pasaba y sin embargo seguía pasando. Forges fue el presidente de un país sin otro paisanaje que la sonrisa fecundada por todos, incluso por aquellos que no sabían sonreír. Debido a eso, seguirá con nosotros, como sigue Cervantes y todos aquellos que hicieron de sus vidas una inmensa prolongación de ellos mismos a través de sus escritos, sus palabras o sencillamente, de sus muñecos articulados como en realidad parece que somos. Forges y Chiquito, Chiquito y Forges… Pecadores y eutrapelicos… Cibernauticos y acandemores, todos dentro de un remolino existencial, más allá de todo lo que le sigue poniendo metas al más allá.

Buenos días y….

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