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El rincón de Aranda

Jubilados en pie de guerra

Dice Juan Soto Ibars, en “El Confidencial” de 22.02.2018, que admira a los viejos, que los adora, y los ama. Mirando las imágenes por tv, las disfruta como una película de grandes epopeyas, donde las “señoras, que adornan sus cabezas con peinados de esculturas heroicas”, contribuyeron, dedicando su vida “laboral” a cocinar gratis, a fregar los suelos gratis, a lavar y planchar la ropa, con olores a manzanas “reinetas”, de balde; a cuidar de los niños como si hubieran estado en una miga, gratis. Señoras que el amor y la bondad lo convirtieron en duro trabajo, realizando complejos cálculos, que serían la envidia de algunos economistas pijos, que ahora pululan emborronando pizarrones, en las televisiones. Son las mujeres sencillas que fueron expertas en alargar los sueldos de sus maridos, para acabar el mes. Abuelos, que de jóvenes eran pluriempleados, para darle de comer a la familia y pagar la hipoteca del modesto piso que ahora habitan, piso que según dice el Director del Banco de España, que se trata, a su juicio: “…de una ´´renta en especie´´ que implica que el ahorro de los últimos 30 o 40 años no se ha destinado tanto a planes de pensiones o fondos de inversión como al pago de una hipoteca”. La verdad es que a mí me da un poco de rubor catalogar a este hombre. Dice Soto que los políticos altivos, debieran aprender de esas señoras, que han condenado a la precariedad, que hoy madrugan con sus maridos, pasando frio en las esquinas, con cartelitos reivindicativos, para exigirles lo que les corresponde a todos ellos. Que aprendan de esos abuelos que soportaron la carga cuando los bancos los estafaron, los que consiguieron sacar a flote a sus familias con pensiones de miseria.

Dice que son ellos los únicos que debieran ocupar las Carteras de Economía y Hacienda, y no los altaneros políticos que en la actualidad las ostentan, los que endiosaron a Rodrigo Rato y los que desfilan a diario por los juzgados, avergonzando a los honrados. Dice que el cabreo que ahora tienen los abuelos, debe arrasar las pensiones vitalicias y los cargos en consejos de administración de bancos y empresas estatales que disfrutan, por todas sus caras hormigonadas; y ante todo: que echen abajo las puertas giratorias. Estos son los viejos que conocieron la posguerra, y la dictadura, los que trabajaron duro, mientras que los padres de los otros iban encorbatados, pisando acolchadas alfombras. Son los que lucharon para que en España hubiese pensiones dignas, seguridad social y prestaciones por desempleo, que estos políticos, ahora, se atribuyen el mérito, cuando es una cruel mentira. Dice que los políticos actuales les han hecho creer que los defienden, cuando la realidad es que las pensiones están cayendo para todos: para estos héroes y para los que han sufrido la burla y el escarnio por parte de los que nos gobiernan.

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