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Fue por Pascua

Lo fraterno, lo bueno y el Pastor

En este Jueves Santo encontramos tres mensajes: la limpieza de espíritu, el amor fraterno y el sacerdocio. El lavatorio de los pies que hoy rememoramos, no solo significa la entrega, en uno de los trabajos que para la época se consideraban de esclavos, sino el de liberarnos de las ataduras que nos denigran como personas o nos conducen a ir contra otros y contra El. Más allá de unas normas de aseo, lo externo debe dejar paso a ese interior cuidado, donde los valores crezcan, constituyan un ideal de vida y seamos capaces de compartirlos. Pero para eso, para que lleguemos al Domingo de Resurrección, debemos dejar atrás al ser antiguo y transformarnos en hombres y mujeres nuevos solo por mirar a quien partió en su Cena Última, el Pan. Sus palabras y sus obras son de Vida. Esta que gracias a Él, nos ha sido regalada y que alcanzaremos en su plenitud. Hoy, en cambio, seguimos entre las tinieblas de la pobreza, de la exclusión del diferente, o de aquel a quien sin motivo le seguimos prohibiendo participar, del drama del aborto, del olvido al anciano, de no ayudar al que sigue en paro o de ese pequeño que espera le tiendan una mano en el camino de la vida. Que la Luz disipe todo lo anterior y que en la tarde de nuestra existencia, aprobemos en el examen final de amor. Mientras seguimos buscando a ese Pastor que abra no solo las puertas físicas y que como decía S. Juan Pablo II, anime y sostenga. Que haga de su vida una ofrenda espiritual, dando testimonio del espíritu cristiano, tomando la responsabilidad en las cosas temporales y participando en la evangelización de sus hermanos. Ayude a los hombres a entrar en la vida nueva abierta por Cristo, para dispensarles sus misterios: la Palabra, el perdón y el Pan de Vida.

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