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La familia no entiende de credos

Melilla llega al Viernes Santo vestida de mantilla y luto, envuelta en sonido de tambores y saetas y olor a incienso. La Semana Santa se enraíza en esta tierra anciana, heredera de tradiciones de pueblos, lenguas y culturas que la convirtieron a lo largo de los siglos, además de en un promontorio africano reivindicado por reinos, en un lugar santo en el que residen y también viven credos diferentes, pero un mismo corazón. Ese sentir melillense es el que hace a Melilla ser lo que es, una ciudad acogedora, abierta, amigable, madre, risueña, temperamental, testaruda, amante, amable, educadora, juerguista a veces y otras pausada, pero a fin y a la postre, una ciudad de creencias diferentes pero que reza a un mismo Dios.

Por ese motivo Melilla también parece pararse cuando llega la Pascua del Sacrificio de la Comunidad Musulmana, o revive en las largas noches de Ramadán, celebra el Diwali hindú y reza en el Pesaj de la Comunidad Hebrea. Ahora le toca a la Semana Santa cristiana, y de la misma forma, todos se unen en la celebración de este periodo tan especial para los creyentes en el que se pone de manifiesto la realidad de su fe, el Mensaje de Esperanza de la Resurrección. Los cristianos arropan, con mayor respaldo si cabe este año, las salidas procesionales, las estaciones de penitencia, la catequesis plástica de los tronos que recorren las calles de la ciudad, mientras que el resto de los melillenses, aquellos que no se hayan marchado aprovechando el periodo vacacional o que rezan en otras lenguas, miran con respeto esta expresión de fe. Y es que el melillense sí respeta las creencias del otro, porque el amigo con el que se ha criado toda la vida en la misma calle, es cristiano o es musulmán, y porque la mujer que abraza a su vecina en un momento de dolor ya no es ni musulmana ni cristiana, es familia y la familia está siempre, con sus penas y alegrías, peleas y reconciliaciones, y en este sentido, la familia melillense es rica, variada y sabia.

Melilla ha demostrado con creces que está por encima de provocaciones y que la sensatez de sus gentes es mayor que el interés de quienes intentan poner en tela de juicio y quebrar la paz de esta familia. ¿Acaso hay que olvidar a comienzos de esta década que ciudadanos de distintas creencias, musulmanes e hindúes, se integraron en la Semana Santa cristiana metiéndose bajo los tronos para que cumplieran con su salida procesional? Ese gesto que nos emocionó hace no muchos años no es un gesto baladí, sino una demostración del carácter del melillense, que apuesta y lucha por lo suyo, aunque no sea la fe de sus mayores, sino la de su amigo.

Las cofradías se afanan para poder realizar sus estaciones de penitencia con la mayor solemnidad y respeto, sacando a la calle a sus santos titulares, realizando con su sacrificio, una labor didáctica sobre lo que ese Dios Padre llegó a sacrificar, la vida de su propio Hijo para demostrar la inmensidad de su amor buscando dar a su creación el perdón y redención anheladas. A cambio, las hermandades sólo piden que el melillense les acompañe, que en el silencio de estas noches de procesión, sientan el calor y apoyo de su familia, la familia melillense.

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