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Columna abierta

El fin de todo, el comienzo de todo

Toda fuerza política, por muy sólida que sea, termina colapsando cuando el sistema en su conjunto falla a la hora de conectar con la ciudadanía. Melilla vive hoy uno de los momentos políticos más interesantes de los últimos 20 años porque numerosos elementos y problemas aparentemente independientes han coincidido en mismo tiempo y lugar y se postulan paraconfirmar un cambio de ciclo. Muchas puertas que, hasta hace muy pocos años, parecían imposibles de abrirse están abriéndose ahora. Y ya no hay vuelta atrás.
Suele ocurrir que quienes sufren ese momento político lo achaquen todo al azar. A un mal destino. Pero despreciar las casualidades es el primer error de los gobiernos más fuertes. Nada, o casi nada, ocurre por azar en política. Lo que ocurre es que esa capaci-dad de retrotraerse se pierde con el tiempo, y el político deja de ver el origen de los pro-blemas que hoy le estallan en las manos.

Subestimar al enemigo pequeño por pequeño que parezca es el segundo error. No basta con el autoengaño y la culpa a la suerte, o a los demás. Por lo general, la vanidad se suele adherir al cargo como un parásito, más aún cuando los mandatos superan los ocho años, y entonces el político asciende en su escala de divinidad. Deja de tocar el suelo; pierde el contacto con la gente, y cualquier persona, ciudadano o partido de la oposición deja de ser algo a lo que rendir cuentas. La amnesia suele aparecer en mayor o menor medida, y una de las primeras cosas que se olvidan es que fue esa persona, ese ciudadano, el que te acercó la silla de mandatario.

A los partidos de la oposición, simplemente, se les anula, se les menosprecia, y los más cerriles, la insultan. La experiencia del gobierno blinda al político ante cualquier interfe-rencia o idea renovadora de fuera, y le exime incluso también de escuchar. El partido se convierte en la razón de ser, y el político en dogma, y no importa que hayamos leído en alguna parte que la vanidad hace siempre traición a la prudencia, e incluso a nuestro propio interés. Él siempre tiene la razón.

La falta de autocrítica es el tercer error de los gobiernos. Hay políticos que confunden el ascenso por la escalera política con el ascenso por la escalera de la sabiduría, sin saber que ni el cargo conlleva sabiduría, ni la escalera es siempre hacia arriba. Pero para en-tonces, el daño, como la ceguera política, son ya prácticamente irreparables.

Jana Morgan habla de tres elementos que hacen que un partido entre en barrena. El pri-mero es una crisis de representación; el partido deja de ser un referente social de peso por diversas causas. El segundo elemento es la irrupción de nuevos intereses y grupos, políticos o sociales, y el tercero es el deterioro del clientelismo: las redes de corrupción empiezan a resquebrajarse y los electores se convierten en entes críticos.

Hasta hace unos años, los melillenses descontentos con el Gobierno se refugiaban en la abstención o en la indecisión. Muchos seguían votando, pero muchos preferían quedarse en casa el domingo de elecciones. El Partido Popular surfeaba una ola que aún tenía cuerpo, creyendo que nunca menguaría ni rompería en la orilla. No importaba que la abstención superara el 30% elección tras elección porque no había ningún partido que ocupase su espacio político.

Los años dorados siguieron. La vida sonreía. Las encuestas hablaban de victorias aplas-tantes y los apoyos se multiplicaban. Los medios —con cierta ayuda— eran amables, y los votantes —muchos de convertidos en clientes— se acercaban con alegría. Pero los partidos son seres vivos, y todo esplendor encuentra su decadencia. Surgieron impre-vistos, que dejaron pasar, y problemas, que resolvieron a golpe de rodillo. Y esa co-nexión se terminó de perder.

Ciudadanos Melilla lleva tres años ofreciendo una nueva forma de hacer política. Cree-mos que no existe otra vía que el diálogo, la reforma y el consenso, ni otro camino que la transparencia y la regeneración. Ante un Gobierno cansado que no escucha ni dialoga con el ciudadano, la alternativa que presentamos en 2015 cobra aún más fuerza hoy. No nos quedaremos de brazos cruzados. No culparemos al azar. No subestimaremos a ningún partido, ni renunciaremos a la autocrítica.

Hemos venido a promover el cambio que piden muchos melillenses en las calles y en las casas. Y lo haremos posible con o sin aquellos que hoy solamente ponen trabas a la política y confunden gobernar con imponer. Estaremos ahí cuando todo acabe, para re-tomar el testigo y trabajar, por fin, con todos y para todos. Sin sectarismos ni radicalis-mos de ninguna clase. Estamos en el momento idóneo y el lugar adecuado, y ya no so-mos el partido que nadie conocía. El presente es interesante, pero el futuro que viene será, sin duda, aún mejor. Porque será de todos los melillenses.

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