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Las fronteras

Aunque las mayorías no siempre tienen razón, en este espinoso caso de la frontera me parece claro que, si los que utilizan las fronteras por obligación o por lo que sea, opinan casi por unanimidad que funcionan mal, es que funcionan mal. Además, eso se nota, se palpa, en la ciudad: económicamente Melilla está mal, eso es inocultable y así no se puede seguir. Y mientras Melilla siga teniendo el tipo de economía que tiene -casi todo público o dependiente de lo público- el imprescindible cambio no se va a poder producir.

Las fronteras de Melilla con Marruecos funcionan bien. Las fronteras de Melilla con Marruecos funcionan mal. Son, evidentemente, dos conceptos antagónicos. Son lo opuesto, lo contrario, lo que no puede coexistir en el mismo tiempo y sobre la misma cosa. Una de las dos afirmaciones tiene que ser verdad y la otra mentira, que se define como lo contrapuesto a la verdad. Y si, como decía Platón, la verdad nos hará libres, aún admitiendo que puede no haber verdades absolutas, la razón y el pragmatismo nos obligan a pronunciarnos sobre el importante hecho, para nuestra ciudad, de si las fronteras funcionan bien o mal, e incluso sobre si funcionan mejor o peor que antes, rechazando de plano que puede ser que ambas cosas -el bien y el mal fronterizo- coexistan simultáneamente, como no pueden coexistir la verdad y la mentira.

Que las fronteras funcionan bien es la postura mantenida en general por la Administración Pública, encabezada, al menos formalmente, por la Delegación del Gobierno en Melilla. Que las fronteras funcionan mal es lo que afirman todos aquellos melillenses que tienen que pasarlas, con o sin mercancías. Son muchos más estos que aquellos, porque todavía en Melilla hay más administrados que administradores o, como diría un cinéfilo, más indios que vaqueros, aunque sea cierto que hay demasiados administradores para tan pocos -y en general maltratados- administrados. Tan cierto como que hay algunos administrados melillenses, habituales de las redes sociales, de escritura lamentable y cercana al analfabetismo, que optan, con gran ventaja, al premio del personajillo más tonto, más ignorante y más metepatas del mundo, personajillos que, como todos los absolutamente ignorantes, creen que lo saben todo y que todo el mundo es tan ignorante y tan malo como ellos son.

Aunque las mayorías no siempre tienen razón, en este espinoso caso de la frontera me parece claro que, si los que utilizan las fronteras por obligación o por lo que sea, opinan casi por unanimidad que funcionan mal, es que funcionan mal. Además, eso se nota, se palpa, en la ciudad: económicamente Melilla está mal, eso es inocultable y así no se puede seguir. Y mientras Melilla siga teniendo el tipo de economía que tiene -casi todo público o dependiente de lo público- el imprescindible cambio no se va a poder producir.

Quejarse y criticar es humano y no es difícil hacerlo. Lo difícil es buscar, encontrar y poner en práctica soluciones (los tontos, en este caso como en todos, sólo consiguen dificultar las soluciones). La Administración Pública, por su cuenta, no puede solucionar el problema de la economía melillense, de la cual lo de las fronteras es su manifestación más visible, pero -en mi opinión- es más la consecuencia que la causa.

Yo creo que el Gobierno local, encabezado por Imbroda, tiene ya claro que hay que cambiar. Yo creo que la representación empresarial melillense ha de cambiar. Pero, en cualquier caso, creo que el cambio se producirá a base del esfuerzo individual empresarial y del respeto y el apoyo (como es su obligación) de la Administración Pública hacia las iniciativas empresariales. No es persiguiendo la vuelta a un pasado que no volverá, ni mendigando el apoyo público, ni intentando asustar con más ruido y más jaleo, ni descalificando los movimientos empresariales que surjan, como se solucionará el gravísimo problema económico de Melilla. Es con nuevas ideas, con soluciones modernas y teniendo claro que los empresarios, autónomos incluidos, son la base sobre la que se ha de apoyar el cambio económico, como se puede conseguir el cambio y que Melilla empiece a desarrollar las inmensas posibilidades de crecimiento económico que tiene.

Lo de la posible línea marítima Melilla-Beni Enzar, dicho sea a título de ejemplo, es un intento promovido por la sociedad privada SODEMEL -que no recibe apoyo público alguno, (a ver si os dais cuenta, imbéciles de las redes, que os creéis que todos somos tan malos como vosotros), que no improvisa, que está empeñada en ayudar a que el cambio en la economía melillense se produzca. Que el presidente del PP, Juan José Imbroda, haya tuiteado que le parece bien esa iniciativa es buena cosa y se lo agradecemos, dentro de nuestra total independencia, porque el apoyo del Gobierno local, como el de grandes empresas marroquíes con las que estamos trabajando, es imprescindible para que el proyecto se pueda materializar. ¿Se conseguirá? Estamos trabajando, gratis, para que así sea, pero ya veremos. En cualquier caso, el apoyo de los empresarios locales -no el de todos, porque eso es imposible- es más que necesario para que el proyecto cuaje y para que, en nuestra opinión, se solucione el grave problema actual de las fronteras.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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