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Carta del Editor

La estrategia instintiva de obstrucción del funcionariado y otros asuntos

Para empeorar la pesadilla secesionista catalana, Montoro se pelea ahora con el juez Llarena. Montoro, antes pacífico ciudadano, es ahora un ministro peleón y malencarado. No sé si es el peso del poder largamente ejercido, pero el caso es que Montoro ahora es otro y, para muchos españoles, es un peligro y casi una pesadilla. Lo indignante de su última declaración, episodios personalistas aparte, es -como dice el editorial del diario El Mundo del pasado día 19- la constatación de que no ha existido un plan coordinado para hacer frente al plan secesionista catalán desde instancias políticas, judiciales, policiales y diplomáticas a la vez. Para empeorar la pesadilla secesionista catalana, Montoro se pelea ahora con el juez Llarena. Montoro, antes pacífico ciudadano, es ahora un ministro peleón y malencarado. No sé si es el peso del poder largamente ejercido, pero el caso es que Montoro ahora es otro y, para muchos españoles, es un peligro y casi una pesadilla. Lo indignante de su última declaración, episodios personalistas aparte, es -como dice el editorial del diario El Mundo del pasado día 19- la constatación de que no ha existido un plan coordinado para hacer frente al plan secesionista catalán desde instancias políticas, judiciales, policiales y diplomáticas a la vez.

A diferencia de los problemas provincianos en Cataluña, el Real Madrid club de fútbol, siempre tan admirado o criticado, insiste en resaltar que tiene 500 millones de seguidores en el mundo. Todo ese proceso de universalización -en contraste con el provincianismo nacionalista y retrógrado, empezó con el gran Santiago Bernabéu y su afán, materializado, de pensar en grande, de convertir al Madrid en la institución deportiva más grande del mundo. Lo consiguió y ahora, el próximo miércoles, según muchos españoles, debe vengar, con el poderoso Bayern, la afrenta que Alemania le ha hecho a España con lo de Puigdemont.

El excesivo peso de la administración pública en España -no digamos ya en Melilla- lleva a una consecuencia inevitable: el aumento de la Deuda Pública, que es ya un problema gravísimo en España. La deuda pública está a punto de llegar al 100% del PIB, o sea, ya debemos a diferentes acreedores todo lo que producimos en un año. Al Gobierno, este y anteriores, parece no preocuparle mucho. Al Fondo Monetario Internacional sí. Y a los españoles, que somos los que hemos de soportar y pagar la inmensa deuda y sus enormes intereses generados, nos debería de preocupar aún mucho más. Porque, insisto, la deuda la pagamos nosotros, los ciudadanos, no los políticos, que son los que, pensando siempre a corto plazo, contraen tan inmensa y constantemente creciente deuda.

Volviendo a Melilla, no entiendo para qué se ha creado desde el Gobierno de la Ciudad Autónoma la llamada Mesa de Empleo y Desarrollo Económico. Aún lo entiendo menos existiendo, como existe, SODEMEL, una sociedad privada para el Desarrollo Económico de Melilla, un desarrollo que, se empeñe quien se empeñe en intentar lo contrario, sólo puede lograrse a base de iniciativas privadas, profesionales e independientes. Sólo lo puedo entender como un afán, instintivo o buscado pero en cualquier caso nefasto, de intentar controlarlo todo. Un afán nefasto y, lo que es aún peor, imposible de materializar en una democracia e incompatible con un sistema económico de libre mercado. Tampoco entiendo por qué la Plataforma de empresarios de Melilla se empeña en insistir y pedir que la incluyan en la pública Mesa de Empleo y etcétera. Ya el presidente de la CAM les ha vuelto a decir, públicamente, que no lo va a hacer, que ya está en la Mesa la Confederación Melillense de Empresarios, la confederación que presuntamente agrupa a no se sabe qué federaciones, una organización empresarial que, como ocurre en todo el resto de España y como pasa con las organizaciones sindicales tradicionales, ya no representa a casi nadie.

Darle la vuelta al poder y a la idea de continuidad del funcionariado y su estrategia instintiva de obstrucción es absolutamente imprescindible si queremos sacar a Melilla del marasmo en el que nos encontramos. Por supuesto que contar en Melilla con el apoyo económico del Gobierno nacional es importante y que reuniones como las de los presidentes de Ceuta y Melilla con la vicepresidenta del Gobierno y tres ministros, celebrada el pasado miércoles en Madrid -por cierto, ¿se habló de la entrada de las dos ciudades norteafricanas en la Unión Aduanera Europea, algo fundamental para nuestro desarrollo?- son bienvenidas. Pero, repito, la continuidad del peso de lo público, del funcionariado lento y asfixiante, de la estrategia de obstrucción que inevitablemente se deriva de todo eso, es incompatible con el desarrollo económico que Melilla necesita urgentemente.

En este punto me sumo al análisis que el empresario melillense José Luis Martínez Lázaro -ahora muy activo en las redes sociales- me hizo llegar hace casi un año: "Melilla no tiene industria, ni turismo, ni es un centro financiero, ni tiene agricultura, ni pesca…Melilla solo tiene una enorme y desproporcionada estructura administrativa de la que dependen muchas empresas de servicios y un comercio que depende de un relativamente pequeño consumo local y, en gran parte, de la mayor o menor permisibilidad de nuestros vecinos. ¿Podremos seguir así muchos años? Creo que no, y lo primero que tenemos que hacer (todos) es pensar en cómo cambiar la actual estructura económica de la ciudad". Mi opinión es que, tal y como vamos y estamos, no es que no podamos seguir muchos años, es que no podremos sobrevivir unos pocos años. Empezar a cambiar, con hechos, considerando en principio como bienvenida y digna de apoyo cualquier iniciativa empresarial, y hacerlo ya, sin más pérdida de tiempo, es absolutamente necesario.

Posdata. Es probable que ese gran melillense que es Javier Imbroda sea elegido en los próximos días presidente de la ACB, la asociación nacional de clubes de baloncesto. Sería un puesto muy adecuado para él, un hombre del baloncesto con un enorme curriculum y un motivador con un instinto natural impresionante. Mi cariño por Javi es ya antiguo, el valor y el coraje con el que ha superado su terrible enfermedad ha impresionado a todos, así que, una vez más, le deseo lo mejor y estoy seguro de que como presidente de la ACB, en estos tiempos complicados, haría un gran papel, como siempre ha hecho.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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