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Carta del Editor

Mecanismo públicos incompetentes

No se encuentra la razón por la que se han podido toma una serie de decisiones, que la mayoría de los melillenses no pueden entender: ¿por qué, desde el Gobierno, se intenta minimizar la salida de mercancías desde Melilla a Marruecos, medio de vida que sostiene a muchos melillenses y a aún más marroquíes y que, además, beneficia las arcas municipales?” Brujuleando entre los libros leídos de mi biblioteca encuentro uno, de nombre "La dictadura de la incompetencia", escrito por el catalán Xavier Roig, que terminé de leer hace poco menos de ocho años. Entonces no me fijé en la contraportada del libro, que ahora leo y reproduzco: "Este es un retrato de los vicios de España, del sur de Europa, de estados con administraciones mastodónticas que pretenden ejercer un control absoluto sobre el individuo, para reducirlo a su mismo nivel de incompetencia. Es un alegato en contra del poder establecido, de funcionarios con cargos a perpetuidad, de políticos mediocres, de un sistema educativo fracasado y enquistado y de empresarios, artistas e intelectuales subvencionados".

Releo también uno de los párrafos que subrayé antaño: "El mundo y todos los mecanismos que lo hacen funcionar son cada día más complejos. Por el contrario, los estamentos públicos mediterráneos y específicamente los españoles, son cada vez más incompetentes. Esto sólo tiene un final: el colapso… Y no son las personas las únicas que fallan, sino el sistema (personas+reglas de funcionamiento). Ahora es preciso que los que han generado este mecanismo se percaten de que el tiempo de este sistema ha pasado. Y quizá también su tiempo". Si Xavier Roig hubiera querido describir la actual situación, con ciertos matices, de Melilla, no podría haberlo hecho mejor.

Añadiría, al comentario anterior, una reflexión: En Melilla, como en buena parte del mundo desarrollado y considerado como democrático, falta o es débil la fundamental libertad interior y hay que recordar siempre que la dictadura, silenciosa o no, no se manifiesta sólo en la coerción exterior, sino también en esa falta de libertad interior, sin la cual, como decía Erich Fromm ("El miedo a la libertad") la vida pierde su sentido, porque no es vivida y el hombre llega a la desesperación.

Como decía el gran Karl Popper, denunciando el que él consideraba, con toda razón, el falso historicismo marxista, "parece como si los historicistas estuviesen intentando compensar la pérdida de un mundo inmutable aferrándose a la creencia de que el cambio puede ser previsto porque está regido por una ley inmutable". La conclusión a la que llega Popper, en su gran libro "La sociedad abierta y sus enemigos", es que en una sociedad abierta, en la que son claramente perceptibles los cambios de toda índole, los humanos lamentan la pérdida de otra sociedad primitiva, antigua y cerrada, donde el cambio no hubiera tenido lugar. Y es la conciencia de esa pérdida lo que empuja a los hombres al totalitarismo. Si nos descuidamos, si nos oponemos al cambio inevitable, en una especie de totalitarismo caeremos, y, con él, en la pobreza generalizada y la pérdida de la libertad.

Falta de libertad interior y mentira acostumbran ir unidos. Veamos un ejemplo: "El abogado del Estado desdice a Montoro: sí hubo dinero público" o "la malversación acreditada". Portada e interior de El Mundo del miércoles. Es evidente que no puede ser cierto que hubiera y al mismo tiempo no hubiera habido malversación de dinero público en el proceso independentista catalán. Alguien miente, obedeciendo consignas (sin libertad interior) quizás. ¿El ministro Montoro? Parece lo más probable, aunque ahora intenta escudarse en que "por supuesto" puede haber facturas falseadas y, además, se jacta de que ha aumentado mucho el gasto público, una política típicamente socialista, una forma de aumentar la deuda pública y de intentar apagar el fuego de la economía -del que se está saliendo- con más fuego.

Por cierto, me niego a entrar en la polémica de si la victoria del Madrid frente al alemán Bayern del miércoles es una justa y conveniente venganza por los agravios que el Gobierno alemán (naziprogres o no) ha infligido a España en el caso del prófugo independentista Puigdemont. Me alegra, eso sí, la victoria del Madrid, uno de los grandes representantes de la gran España y de lo mucho que podemos lograr si, además de pensar a lo grande y hacerlo con independencia, logramos superar los numerosos obstáculos de la envidia y el cainismo interior.

Posdata.

Leo a diario el MELILLA HOY y la mayoría de la inmensa cantidad de correos que recibo. De ambas lecturas deduzco que si desde hace mucho tiempo se hablaba de nuestras fronteras, ahora el tema ha llegado a la obsesión desesperada, probablemente debida a que no se encuentra la razón por la que se han podido tomar, y se mantienen o se agravan, una serie de decisiones públicas, políticas, que la mayoría de los melillenses no pueden entender y que intentaré resumir en una sola pregunta:¿por qué, desde el Gobierno, se intenta minimizar la salida de mercancías desde Melilla a Marruecos, medio de vida que sostiene a muchos melillenses y a aún más marroquíes y que, además, beneficia las arcas municipales? La única respuesta entendible que se me ocurriría es que hubiéramos puesto en marcha un sistema económico nuevo y que el comercio fronterizo fuera un obstáculo para esa nueva actividad económica, pero tal cosa es evidente que no se ha producido. La otra explicación, que leo pero que no quiero aceptar, es que políticamente se ha tomado la decisión de hundir Melilla. No quiero ni imaginarla, pero admito que, dada la situación a la que se ha llevado a la ciudad con medidas no suficientemente explicadas que están causando un grave y visible daño, muchos hayan podido llegar a pensar lo peor. Hace falta explicar más y, en todo caso, oír mucho más, unos y otros, no sólo los aplausos, sino también las críticas o las ideas diferentes.

Ingeniosa la propuesta del longevo líder de la oposición local, Mustafa Aberchán, instando a la única diputada de Melilla, María del Carmen Dueñas, del PP, a que condicione su voto en los Presupuestos Generales del Estado a que Melilla reciba mayor apoyo económico estatal, como hizo -con indudable y cuantioso éxito- la diputada de Coalición Canaria Ana Oramas. Que Melilla necesita un cambio económico es una evidencia y una urgencia. Basta constatar que Melilla lidera el paro de las regiones españoles y ocupa un horrible segundo puesto (27,6% de tasa de paro), sólo superado por la griega Dytiki Macedonia, en el ranking europeo de parados. Que la inversión pública pueda solucionar eso es una falacia, aunque sí es cierto que podría ayudar a que la inversión y el esfuerzo empresarial lo lograran. Pero lo que es evidente, a diferencia de lo que ocurre en otras democracias y de que es cierto lo que Aberchán dice -que los diputados representan a sus electores, no a sus partidos- es que no existe la más mínima posibilidad de que Dueñas, ni ningún otro diputado español, se atreva a votar en contra de lo que su partido le ordene, salvo que ya no quiera volver a estar jamás en ninguna lista de su partido, claro.

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Enrique Bohórquez López-Dóriga

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