Un breve paseo por el Centro de Melilla basta para percatarse de dos cosas, que vivimos en una ciudad-museo con un patrimonio arquitectónico modernista abundante y exuberante, y que dicho patrimonio está “afeado” por multitud de cables que recorren las fachadas, generando una estampa desagradable a la vista que reduce el valor estético de una de los principales atractivos de la ciudad. El cableado debería dejar de estar a la vista, y los responsables (propietarios, compañías o Ciudad Autónoma) deberían ponerse manos a la obra para esconder este cableado, que no hace sino ofrecer una imagen decadente y destartalada de los edificios. Melilla es un auténtico museo al aire libre. Un conjunto de joyas arquitectónicas de diferentes estilos y épocas entre las que destaca el exuberante y abundante patrimonio modernista (en nuestra ciudad hay más de 500 edificios modernistas catalogados).
Dicho patrimonio, que es uno de los principales valores turísticos de Melilla y que ha venido siendo restaurado a lo largo de los últimos años, ve gravemente afectada su estética por la existencia de cables colgando en la mayoría de las fachadas.
Este “feísmo” preocupa a muchos melillenses, que ven cómo las obras de restauración, acondicionamiento y embellecimiento del centro pasan por alto la existencia de estos nudos de cables que atraviesan la mayoría de las fachadas de los edificios históricos; sorprende ver cómo un elemento tan disruptor en la estética de las fachadas es ignorado por completo, cuando está claro que salta a la vista de los viandantes.
A la mala imagen que da todo este cableado al aire libre hay que añadir la sensación de inseguridad e insalubridad que genera ver “las tripas” de los edificios expuestas al aire libre.
El centro debería estar más cuidado y los responsables, ya sean las compañías telefónicas, Gaselec, los propietarios o la propia Ciudad Autónoma, deberían tratar de poner fin a la pésima imagen que da este cableado.
