El amor de una madre es anacrónico:
va más allá del tiempo y del momento,
es grande como el propio firmamento,
y, no solo es real, sino platónico.
El amor de una madre es diacrónico:
aflora desde el tibio alojamiento
que acoge nuestro lapso soñoliento.
El amor de una madre es tan sincrónico
que cursa en paralelo a nuestra vida,
y es sombra que perfila nuestro sino.
Metáfora de amor, madre sufrida,
amor dulce, celeste, generoso,
fuente que se nos brinda en el camino
y calma nuestra sed: ¡Amor hermoso!