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Atril ciudadano

El ser humano no es el único ser vivo capaz de amar

Recuerdo una conversación con un conocido, acaecida hace ya algunos años. Y el asunto que nos ocupaba trataba nada y más y nada menos que de un perro que este señor había tenido, del cual hablaba maravillas, el cual se distinguía por las gracias que hacia a su amo, quien contaba con todo detalle que hacía esto y lo otro, que realmente lo tenía embobado con sus peripecias, cariñoso al máximo como no lo había visto en ningún ser humano. Siempre dispuesto a ir con él al fin del mundo, sin pereza y a la hora que fuese. Le avisaba cuando llegaba la hora de salir a hacer sus necesidades portando en la boca el bozal y demás arreos, para que él no tuviera ni que molestarse en ir a buscarlos, etc. Y finalizó sus alabanzas dando la impresión de que el perro era casi más listo que él.
Pues bien, estas alabanzas tienen su buen sentido. Si uno se para a pensar detenidamente o si sencillamente reflexiona sobre los muchos y geniales documentales sobre animales que se ven por televisión, nos percataremos de la infinidad de detalles que nos demuestran que los animales en momentos determinados pueden ser un ejemplo para nosotros.

Un caso especial lo tenemos en el siguiente ejemplo acontecido hace ya algunos años, cuando el tráfico ciertamente no era el que es hoy: Un niño de dos años aproximadamente paseando con un animal grande como un león, paseando ambos por el paseo marítimo de una ciudad costera. El niño delante el perro detrás. Alguien que conocía al pequeño pasa por el lugar y corriendo se dirige al abuelo, quien no se hallaba muy lejos, para avisarle de la extraña situación que había visto. Como era de esperar el hombre azorado llega a la altura del abuelo faltándole la respiración, y acogiéndole del brazo tiró de él para llevarlo al lugar donde había visto al niño. Extrañado el abuelo pregunto ¿qué ocurre con tantas prisas?, a lo que le responde el hombre que había visto a su nieto solo por el Paseo Marítimo. Entonces el abuelo le pregunta sí con el niño va un perro, pues si, contestó éste, un enorme perro de color negro, entonces el abuelo con la flema que le caracterizaba le contestó, ¡bah, no te preocupes!, yendo con el perro no le pasa nada. Al rato estaba el niño en casa durmiendo sobre el vientre del perro.

Las muestras de amor no son exclusividad de las personas, en el reino animal se encuentran por doquier. Incluso los pájaros reaccionan cuando por ejemplo alguien se inmiscuye en sus vidas. Hace unos años pude comprobar como un niño sin escrúpulos se asomó al nido de unos gorriones del que cogió un pequeño polluelo, lo que hizo que la madre se enfureciera y empezara a revolotear por encima, por debajo y entre las piernas del niño. Con lo que mostraba su desazón por el robo de su cría. Sin embargo el niño insensible se lo llevó. Lo que nos indica que en todos los casos los animales aman a sus crías como nosotros amamos a nuestros hijos, y además muestran temor ante la brutalidad del ser humano. Y yo me pregunto: cuándo empezaremos a entender que los animales no sólo son inteligentes sino que tambien sienten. Con toda seguridad que la humanidad irá evolucionando hacia una conciencia más elevada, en la que el ser humano entenderá que existe otra forma de relacionarnos con los animales, más como hermanos que como enemigos.

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