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El refrán de Santa Bárbara

En lo que va de año, han pasado por la frontera de Barrio Chino 18 millones de kilos de mercancía en el comercio atípico. 18 millones de kilos en apenas cuatro meses. Mercancía que para pasar a Marruecos, primero tiene que llegar a Melilla y ser almacenada en algún sitio. La falta de capacidad y la picaresca han provocado la proliferación de los almacenes ilegales que, como hemos visto con este grave incendio, suponen un grave peligro para todos, no solo para quienes trabajan en ellos En Melilla nos suele pasar lo que dice el refrán sobre Santa Bárbara, y es que nos acordamos de ella solo cuando truena. Una vez más, ha vuelto a suceder con el aparatoso incendio que sufrieron el lunes los bajos de un edificio de viviendas en el Barrio del Real que estaban siendo usados como un almacén de fardos, cuando la normativa indica que ningún inmueble residencial puede ser utilizado para estos fines. Pero una cosa es lo que diga la norma, y otra lo que de verdad ocurre. La asociación de vecinos del barrio llevaba tiempo alertando de esta situación sin que se le hiciera caso.
El lunes, tras el incendio, muchos se acordaron de esas advertencias que cayeron en saco roto, y que la propia asociación se encargó de recordar en tres reveladores tuits: «Ya lo veníamos denunciando desde hacía tiempo. La cantidad de almacenes y talleres ilegales, furgonetas y camiones se ha multiplicado en los últimos meses. Demandamos más control sobre estos puntos porque, y ya se ha demostrado, son un peligro para los bienes y personas. Las calles del Polígono Industrial Sepes, que también pertenece al Real, se han visto invadidas por estos almacenes ilegales y vehículos, bloqueando toda actividad y aparcamientos de la zona y generando residuos que perjudican al resto de negocios que sí ejercen su actividad de forma legal. Por favor, que todo esto sirva para que ningún vecino tenga que volver a salir de su casa con lo puesto con el miedo y la incertidumbre de no saber si va a poder volver a su hogar».
Peligro. Miedo. Incertidumbre. Nadie merece vivir con esas tres sensaciones, y menos si son causadas por una ilegalidad consentida. Y decimos consentida porque las administraciones ya tenían conocimiento de ello a través de esas advertencias de la asociación que no han sido tenidas en cuenta o, al menos, no de la manera que se tenía que haber hecho. Por supuesto que la culpa la tiene quien infringe, pero como hemos dicho otras veces en estas líneas, las administraciones tienen en su mano numerosas herramientas para hacer cumplir las normas que establece para todo el mundo porque si no lo hace, permite que se den situaciones de desigualdad y competencia desleal que son también germen del enorme problema que se da en nuestras fronteras con el comercio atípico.
Lo decía el mismo lunes, cuando empezaba el grave incendio del Real, el coronel de la Guardia Civil, Antonio Sierras. En lo que va de año, han pasado por la frontera de Barrio Chino 18 millones de kilos de mercancía en el comercio atípico. 18 millones de kilos en apenas cuatro meses. Mercancía que para pasar a Marruecos, primero tiene que llegar a Melilla y ser almacenada en algún sitio. La falta de capacidad y la picaresca han provocado la proliferación de los almacenes ilegales que, como hemos visto con este grave incendio, suponen un grave peligro para todos, no solo para quienes trabajan en ellos. Afortunadamente no ha habido daños personales que lamentar, pero ¿y si se hubieran dado? ¿Todo vale, hasta las vidas humanas, por este negocio? Por desgracia, estas preguntas ya nos las hemos hecho anteriormente cuando han fallecido porteadores, desgracias personales que no han ido a más por el enorme esfuerzo que la Guardia Civil hace garantizando el orden público pese a la enorme competencia y desesperación que hay entre las más de 8.000 personas que pasan a diario por la frontera de Barrio Chino. Pero no podemos permitir que ese peligro se meta también dentro de la ciudad, en nuestras propias casas, por culpa de unos pocos que se saltan las normas y unas administraciones que no las hacen cumplir. Ojalá no tenga que volver a tronar para que nos volvamos a acordar de Santa Bárbara.

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