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La columna de Jorge Hernández

La Sentencia

En momentos como estos no se debe añadir ni un gramo más de pesadumbre de la que ya padecemos cientos de miles de votantes, militantes y cargos públicos que en su día representamos y representan hoy al Partido Popular en las instituciones nacionales o internacionales. Sin embargo desde mi punto de vista, se hace inevitable una serena reflexión sobre algunas de las causas que han dado origen a tan duras condenas después de un largo proceso judicial.

La convulsión que sufre la sociedad española desde hace años con el grave problema de la corrupción tiene en la sentencia del “caso Gürtel” la expresión más realista y descarnada de una época en la que el poder y el dinero se retroalimentaron hasta sobrepasar los límites de la sensatez, la ética y la moral.
Porque insensato es creer que organizar tu vida sobre un lodazal de ilegalidades, corrupciones y atesoramiento ilícito de dinero o bienes puede pasar desapercibido a una sociedad que dispone de medios públicos o privados para descubrir y castigar el quebrantamiento de las leyes.

Por otra parte lo ético no se compadece con la avaricia, la soberbia o el desprecio hacia una conducta normal que solo persiga el servicio público compensado lógicamente por un sueldo o salario justo y equitativo.

Finalmente actuar con arreglo a unas reglas o normas morales se corresponde con unas conciencias rectas y formadas que distingan el bien y el mal. No hace falta ahondar demasiado para darnos cuenta de que muchos de los males que hoy padece nuestra sociedad y no solo en algunos integrantes de nuestra clase política, es por haber enterrado el arma más firme y necesaria que tiene el hombre para defenderse de sus propios y naturales defectos y vicios que es la conciencia personal.

El filósofo Blaise Pascal decía que “la conciencia es el mejor libro de moral que tenemos. Y el que se debe consultar con frecuencia. La moral es la ciencia por excelencia : el arte de vivir bien y ser dichoso,”
No se resolverá el problema de la corrupción solo con condenas judiciales o reformas legislativas que solo servirán para la caída de algunos dioses o diablos. Solo, como decía Pascal, hay un camino para evitarla : consultar con frecuencia el mejor libro de moral que tenemos, que es la conciencia. Algunos hoy, después de conocer la sentencia, se estarán arrepintiendo de no haberlo hecho.

Sería absurdo, además, no reconocer que después de cuarenta años de democracia, los dos grandes partidos que han protagonizado en distintas etapas y desde el poder más absoluto, el trayecto más largo y exitoso de nuestro desarrollo político y social, hoy sufren las consecuencias de su falta de valentía y determinación en apostar por la transparencia en su financiación, origen de las irregularidades y desmanes que han protagonizado algunos de sus líderes y dirigentes.

Es por eso que someter al Partido Popular a una condena colectiva y manchar el buen nombre de miles de militantes y cargos públicos que se han dedicado y se dedican con honradez y honestidad a servir y trabajar por España y por una sociedad más próspera, es inadmisible además de injusto. Humildad personal y colectiva la que sea necesaria, pero ni debemos ni podemos aceptar un maltrato de quienes o tienen mucho que callar o mucho aun que demostrar.

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