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Ventana abierta

El fin que no justifica los medios

“Me voy porque es lo mejor para mí y para el PP, o dicho de otra forma, es lo mejor para el PP y para mí”. Esta frase de Rajoy define la estrategia del PP: primero el partido, después los españoles. Las cartas están sobre la mesa y el pistoletazo de campaña ya ha sonado. Pedro Sánchez gobernará sin haber ganado las elecciones —así es el juego, por más que moleste en Génova y a Imbroda— y Rajoy pronuncia un adiós con retraso. ¿Por qué prefirió encerrarse en un bar y no anunciar su dimisión cuando era aún presidente? Sencillo: se marcha a la oposición para recibir oxígeno y renovarse, hacer una labor de oposición cómoda al PSOE y destructiva a Ciudadanos, controlar el Congreso desde el Senado, abrir primarias —las primeras, dato interesante para analistas políticos— e iniciar una transición controlada.

No olviden que Rajoy pudo evitar el resultado de la moción. El PNV ofreció seguir apoyando al Gobierno a cambio de su dimisión, pero el ex presidente insistió en hacer descarrilar su propio mandato. Convirtió una crisis de partido en una crisis de Gobierno innecesaria; el PP podía mantener el respaldo. Pero que a Rajoy se le descubriera bochornosamente ahogando las penas en un restaurante y no en la Cámara, que no intentara convencer al PNV y que no iniciara una ronda urgente de conversaciones con sus aliados para salvar el gobierno son indicios de algo más grande: una total y flagrante falta de responsabilidad política y sentido de Estado.

Sumen a un ex Gobierno superado por la corrupción atacando a Ciudadanos y a un nuevo Gobierno debilitado por su minoría y sus alianzas políticas atacando también a Ciudadanos y tendrán la clave del debate del viernes: el enemigo no es ni PP ni PSOE, es Albert Rivera.

El adiós de Rajoy dejó otra frase para analizar:“no son los españoles los que me han censurado, sino los partidos”. Habla del resto de la ciudadanía como si no fueran españoles, o como si su voto no tuviera el mismo valor, y abandona sin hacer autocrítica ni un segundo ni a su Gobierno ni a su partido. ¿Olvida que son los españoles los que votan también a los otros partidos y que estos ejercen como representantes de su soberanía? Para Rajoy, “los españoles” son solo los españoles que votaron al PP. Después de ahí, el caos.

Después presumió de “quedarse quieto y no hacer nada” para evitar el rescate, a pesar de que el Banco de España ha dado por perdidos 40.000 millones en ayudas públicas para, precisamente, rescatar a la banca. 40.000 millones de todos los españoles que no volverán. También dijo que jamás criticaría a un juez, pero no se sonroja al restarle validez a la sentencia judicial que ha tumbado a su partido y a su Gobierno, ni recuerda tampoco a todos los jueces apartados por el Gobierno para entorpecer la investigación de la trama Gürtel.

Incluso afirmó que la victoria de Ciudadanos en Cataluña sirvió para “generar desorden”. ¿Hay que recordarle a Rajoy quién provocó las consecuencias del referéndum ilegal, quién no detuvo a tiempo a Puigdemont, quién sufrió la derrota más espectacular en las elecciones catalanas y quién no ha vigilado el desvío de más de 4 millones de euros públicos del Governpara autobombo y propaganda?
No creo en un ex presidente que, después de casi 40 años en política, ha antepuesto su interés al de todos los españoles. Un presidente cobarde, escondido, señalado por la corrupción en los papeles de Bárcenas. Un presidente incapaz de controlar la sed de dinero de sus presidentes autonómicos. Un presidente sustituido por un bolso en el Congreso. Un presidente que solo supo sacar pecho cuando las tenía todas consigo, pero al que le falló el coraje para pelear una investidura en 2015 y una moción en 2018. Un presidente cuyo partido aplaudió a Sánchez para apabullar a su propio aliado político.

No nos merecemos un Gobierno que escoge de compañeros de cama a nacionalistas, separatistas y populistas, pero tampoco a otro que esconde la cabeza, se resigna y da paso solo cuando todo se derrumba.

Cuando escuchen quejarse al Partido Popular, recuerden que Mariano Rajoy regaló las llaves de la Moncloa a Pedro Sánchez (no Ciudadanos) y se olvidó de todos nosotros. Necesitamos más políticos valientes como Inés Arrimadas, y menos grandes estadistas cuya estrategia es estarse quietos y callados.

Los que no queremos concesiones a los separatistas, seguiremos siendo leales a la Constitución y vigilando las hipotecas de Pedro Sánchez a Torrá, Puigdemont, Rufián y los proetarras que quieren liquidar España. Porque vendrán hipotecas. Y cuando Pedro Sánchez se atreva a dar por finalizada esta legislatura que, sin empezar, ya está liquidada, volveremos a elegir al gobierno que queremos, sea quien sea el nuevo dirigente de un Partido Popular cargado de delitos. El fin no siempre justifica los medios.

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