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Improvisación y contradicciones

El Gobierno de Pedro Sánchez, nada más poner los pies en La Moncloa, se ha dedicado a lanzar anuncios que, por mucho que ahora nieguen desde el PSOE, se convierten en el perfecto anzuelo para generar un efecto llamada que nuestro país, mal que nos pese, no puede atender en solitario Está demostrado que la política de la improvisación no vale cuando se trata de problemas tan graves como la inmigración irregular, todo un drama humano que en el que muchos sufren y unos pocos hacen negocio a costa del dolor. Pero el Gobierno de Pedro Sánchez, nada más poner los pies en La Moncloa, se ha dedicado a lanzar anuncios que, por mucho que ahora nieguen desde el PSOE, se convierten en el perfecto anzuelo para generar un efecto llamada que nuestro país, mal que nos pese, no puede atender en solitario. No es una «llamada a la solidaridad», como quiso disfrazarla Pedro Sánchez en su primera entrevista desde que es presidente del Gobierno, sino un auténtico imán para la inmigración irregular, con todo lo que eso conlleva: presión en nuestras fronteras, saturación en los centros de acogida, más situaciones de peligro… pero, sobre todo, desesperación para los inmigrantes y mucho negocio para las mafias que trafican con ellos a costa del dolor.
El PSOE, partido que ha tenido y ahora vuelve a tener responsabilidades de gobierno, conoce este problema y ahora se empieza a encontrar con las consecuencias. Pero para no reconocerlo públicamente, recurre a afirmaciones alejadas de la realidad que se desmontan con una simple visita a la hemeroteca o echar un vistazo atrás para quienes tengan la memoria fresca.
A nadie debe de extrañar que el PSOE defienda ahora la eliminación de la concertina y acabar con las devoluciones en caliente, pese a haber recurrido a ambas medidas contra la inmigración irregular durante la época del Gobierno de Zapatero, porque fueron promesas incluidas en su programa de las últimas elecciones generales. Sí, aquellas en las que obtuvo el peor resultado de su historia, aunque ahora, dos años después, haya logrado acceder al poder gracias a la primera moción de censura de nuestra democracia que prospera.
El PSOE dice ahora que va a quitar las concertinas porque ha comprobado que no es un elemento disuasorio, pero sí muy lesivo. Esto debe llevar a los socialistas a explicar entonces por qué el Gobierno de Zapatero gastó en septiembre de 2005 casi 9 millones de euros en forrar las vallas de Ceuta y de Melilla de concertinas tras los primeros saltos masivos al perímetro fronterizo. Dos años después las retiró en la valla exterior de Melilla, pero dejó kilómetros de alambres con cuchillas a ras de suelo en la valla más cercana a Marruecos. Y en octubre de 2008, cuando fue necesario reparar la valla por daños que provocaron las lluvias, el PSOE se apresuró a instalar las concertinas en la valla provisional. Así lo constata la imagen que acompaña este Editorial, de la visita que hizo la entonces ministra de Administraciones Públicas, Elena Salgado, acompañada por quien era delegado del Gobierno, Gregorio Escobar.
Una contradicción más, como la que supone acoger a los inmigrantes del barco Aquarius, cuando éste estaba lejos de nuestras fronteras, mientras al mismo tiempo se trata de expulsar a Marruecos a inmigrantes que logran llegar a territorio español aplicando el polémico Acuerdo de Readmisión, como ayer denunciaba en las redes Helena Maleno, la activista de Caminando Fronteras. Si España no aplica una política clara en materia de inmigración, común con el resto de Europa y de colaboración con el país vecino, no tardaremos en ver los efectos en nuestras fronteras.

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