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El espacio de Arnada

En memoria del gran “Gabo”

melillahoy.cibeles.net fotos 819 Gabriel Garcia Marquez d

Si señores, Gabriel García Márquez, el hijo del telegrafista, ha muerto. El que dio forma a los libros que escribió, el sentir del continente americano. Con tan solo cinco años aprendió a escribir, con el sistema de la italiana María Montessori, en un colegio de Aracataca, provincia de la Magdalena, en Colombia. Su bella profesora, Rosa Elena Fergusson, de la que “siempre estuvo enamorado”, fue la que le enseñó las primeras letras, y la primera mujer que lo “perturbó”. Ella le inculcó el gusto de ir a la escuela, aunque solo iba por verla, decía. En “La Hojarasca”, en 1955, obsequió a su viejo profesor con la siguiente dedicatoria: "A mi profesor Carlos Julio Calderón Hermida, a quien se le metió en la cabeza esa vaina de que yo escribiera". En los años 40 se gestó en Barranquilla una asociación de amigos de la literatura, “Grupo de Barranquilla”, cuya cabeza rectora era “el sabio catalán”, Ramón Vinyes; dueño de una librería en la que se vendía lo mejor de la literatura española, y del resto de Europa, orientando al grupo en las lecturas; a los autores les desmontaba sus obras y las volvía a armar, lo que permitía descubrir los trucos de que se servían los novelistas. En la entrega del Nobel, rompió el molde de la etiqueta, y fue vestido con el clásico, e impecable “liquilique” de lino blanco, por ser el traje que usó su abuelo, y que seguía siendo de etiqueta en el Caribe continental de los llanos de Colombia y Venezuela. Con el discurso "La soledad de América Latina", que leyó el miércoles 8 de diciembre de 1982 ante la Academia Sueca en pleno, y ante cuatrocientos invitados, fue traducido simultáneamente a ocho idiomas; lo hizo rompiendo las frases gastadas que tradicionalmente los europeos, siempre se han referido a Latinoamérica, denunciando la falta de atención de las superpotencias por el continente americano.

El año pasado escribió, en forma de despedida de la sociedad, esta carta, que yo, que siento un profundo respeto, y admiración, por todas sus obras, les invito a su lectura; porque la verdad no tiene desperdicio: “Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan, y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!. Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo, esperaría a que saliera el sol. Pintaría, con un sueño de Van Gogh, sobre las estrellas un poema de Benedetti y una canción de Serrat, sería la serenata que le ofrecería a la luna. Regaría con mis lágrimas las rosas para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos…. Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida….. No dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, ¡sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido. Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres….. He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño por vez primera, el dedo del padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, que realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo”.

Como dice el “historiador de ojaneta”, que el mejor panegírico que se le puede hacer es haber leído sus obras, yo le garantizo que me he “zampado” la gran mayoría de ellas; por eso deseo sirvan estas alabanzas como un sencillo panegírico. Baltasar Gracián decía, que la muerte para los jóvenes es un naufragio y para los viejos es llegar a puerto. Gabriel García Márquez, con sus manos repletas de cultura, y de bondad, ya ha arribado al puerto de la gloria. Descanse en paz.

PIE DE FOTO

Gabriel García Márquez, en su juventud

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