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Superado el ecuador del Ramadán

Son, por tanto, unas festividades religiosas cada vez más interrelacionadas en la variopinta Melilla ya que todas las comunidades participan de la misma manera que ahora ocurre con el Ramadán, con las celebraciones cristianas de la Navidad; la hebrea del Janucá o la hindú del Diwali. En una ciudad como Melilla una de las fechas claves en su devenir es, sin lugar a dudas, la celebración del mes de ayuno sagrado de Ramadán, por tanto cuando el pasado 29 de junio arrancaba una manifestación de fe que además de la prohibición para ingerir alimentos y bebidas de sol a sol, conlleva otras abstenciones en el ámbito de los pensamientos impuros o la práctica de relaciones sexuales, se iniciaba una etapa que afecta a la ciudad en multiples aspectos.

De hecho la influencia que este período de ayuno tiene para el día a día de los ciudadanos va “in cressendo” teniendo en cuenta que el colectivo de musulmanes melillenses aumenta de forma progresiva con respecto a los demás comunidades y además porque esta práctica, de marcado contenido religioso, ha experimentado en las últimas décadas un gran incremento en el número de practicantes, hasta el punto de que, en la actualidad, el cumplimiento del Ramadán, en términos porcentuales rozará prácticamente el 100% de la población de origen bereber.

Si al receso que produce este sacrificio diario se le suma el debilitamiento añadido por las altas temperaturas y el hecho de que la mayor parte del área de servicios en Melilla, está a cargo de la población de origen bereber, su influencia incide cada vez con más fuerza.

En consecuencia, cada vez son más numerosos los sectores que se ralentizan considerablemente durante la jornada diurna. Una situación que está afectando con mayor alcance a algunos sectores como es el caso de la hostelería que acusa un importante receso incrementado por el período vacacional que saca de la ciudad a muchas más personas de las que entran. No obstante, a la caída de la tarde, tras la ruptura del ayuno la ciudad da un giro y cobra una gran vitalidad. Las calles ofrecen aires de fiesta con la presencia de cientos de musulmanes, a los que se unen ciudadanos de otras confesiones religiosas, reunidos en cafetines y teterías para jugar a cartas, dados y otros juegos de entretenimiento o intentando mitigar el calor cerca del “mare nostrum” por el paseo marítimo mientras hacen tiempo para ingerir los últimos alimentos antes de la nueva salida del sol.

Son, por tanto, unas festividades religiosas cada vez más interrelacionadas en la variopinta Melilla ya que todas las comunidades participan de la misma manera que ahora ocurre con el Ramadán, durante el resto del año, con las celebraciones cristianas de la Navidad; la hebrea del Janucá o la hindú del Diwali, entre otras. Una muestra clara de la ya más que conocida multiculturalidad y coexistencia de diversos colectivos con diferente religiosidad, costumbres y manifestaciones, pero con un respeto común de convivencia pacífica digna de elogio y de reconocimiento “allende nuestras fronteras”.

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