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Ir más allá de la valla

Una vez asegurada la frontera se hace indispensable ir más allá con medidas de cooperación. Cuanto antes mejor, porque lo que tampoco podemos soportar en Melilla es una presión en forma de espada de Damocles protagonizada por más de 10.000 personas desesperadas en poco más de medio año, mientras la imagen de la ciudad sigue uniéndose cada vez más a una frágil frontera metálica La malla antitrepa ha conseguido un efecto cerrojazo perfectamente visible en las estadísticas. La presión sobre la frontera de Melilla no disminuye, pero las cifras de quienes intentan pasar clandestinamente acumulan ya varios ceros absolutos en las últimas aproximaciones de inmigrantes a la valla. La efectividad está demostrada con números, como ya se encargó de destacar el ministro del Interior en su visita del lunes. Pero la labor del Gobierno no puede quedarse únicamente en la toma de medidas de contención en la frontera, porque todos podemos ver que no es suficiente para terminar con el problema que Melilla tiene encima desde hace ya demasiados meses e incluso años.

Porque aunque los inmigrantes ahora ya no entran con tanta facilidad como antes, todos sabemos que siguen estando al otro lado esperando su oportunidad para pasar. Melilla, por lo tanto, no puede quitarse de encima ese clima de intranquilidad que también sufren quienes están dentro cada vez que suenan las alarmas en la valla por la posibilidad de verse en medio de un desorden público o de que se pueda ver afectado alguno de sus seres queridos en la frontera, por citar sólo algunas razones.

Cierto es que esta ciudad, por su ubicación geoestratégica, tendrá en la inmigración clandestina un problema endémico y prácticamente imposible de solucionar, pero desde luego no llegará nunca la anhelada mejora del panorama si no se llevan a cabo actuaciones que contribuyan a paliar las enormes desigualdades que hay entre los países del Tercer Mundo y la Europa desarrollada a la que pertenece España.

La cooperación internacional es el quid de la cuestión, pero son pocos los pasos que se están viendo en este sentido por parte de España y de Europa. Vivimos una situación de crisis económica que complica la actuación en este campo, aunque es necesario que los estados que forman parte de la Unión Europea tomen conciencia de lo importante que es esforzarse en ese objetivo porque de aquellas tierras vienen estos lodos. Dicho de otro modo, si desde Europa permanecemos impasibles mirando cómo la miseria y la desesperación siguen ganando terreno en países pobres y enormemente vulnerables situados a no demasiada distancia, la salida despavorida de sus habitantes en dirección al Primer Mundo continuará produciéndose y cada vez con mayor fuerza.

Por todo ello, una vez asegurada la frontera se hace indispensable ir más allá con medidas de cooperación. Cuanto antes mejor, porque lo que tampoco podemos soportar en Melilla es una presión en forma de espada de Damocles protagonizada por más de 10.000 personas desesperadas en poco más de medio año, mientras la imagen de la ciudad sigue uniéndose cada vez más a una frágil frontera metálica.

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