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La frontera, cosa de dos

Soluciones al problema de los porteadores que contenten a todo el mundo puede haber muchas si se consensúan no sólo en este lado de la valla, sino también con el otro, ya que la frontera es cosa de dos países, algo que a veces los comerciantes no tienen en cuenta. Ahora que arranca una nueva etapa en el paso de Beni Enzar puede ser un buen momento para buscarlas La falta de estabilidad parece ser una de las señas de identidad de la frontera melillense. Pocas son las épocas de ausencia de problemas o en las que todas las partes puedan estar contentas, algo por otra parte muy difícil de conseguir si se tiene en cuenta que son miles de personas las que utilizan a diario ese puente entre Melilla y Marruecos por diferentes razones y que son muchos los intereses que entran en juego en el día a día de los pasos fronterizos. La seguridad es la premisa más importante para los agentes que prestan servicio en las puertas terrestres de Melilla, sobre todo en tiempos como los actuales, en los que la amenaza terrorista del yihadismo, la inmigración clandestina y el narcotráfico son sólo algunos de los problemas a los que se enfrentan la Policía Nacional y la Guardia Civil. Eso, por no hablar de la necesidad de prevenir la delincuencia común controlando quién entra o sale de Melilla, cuestión que también preocupa y mucho a los ciudadanos de a pie. Sin embargo, el interés mayoritario de quienes pasan la frontera a pie o en coche es que se pueda solventar el trámite en poco tiempo y sin colas, o al menos que éstas no se eternicen.

Las obras de remodelación de la frontera de Beni Enzar persiguen compatibilizar esas dos cuestiones, seguridad y fluidez, que a veces parecen ser dos términos antagónicos. Esta semana terminarán los trabajos después de casi medio año con la frontera patas arriba, algo que parecía todo un reto antes de que los operarios entraran en acción en una zona por la que pasan cada día entre 20.000 y 30.000 personas, cifra que se incrementa cada verano por la Operación Paso del Estrecho. Han hecho falta muchas dosis de paciencia por parte de todo el mundo y un gran esfuerzo de quienes trabajan en la frontera para superar el trance de tener en obras la frontera durante la mayor parte de su temporada alta.

Ahora que ya se vislumbra el final de ese periodo y el inicio de una nueva era en la frontera, llega otro momento de descontento generalizado por parte de los comerciantes melillenses, que cerrarán el viernes sus comercios para protestar por lo que consideran una restricción a la actividad que les da de comer. Denuncian que se están poniendo trabas a la circulación de los porteadores, a los que no se deja regresar por el paso de Beni Enzar hacia Marruecos. Los comerciantes señalan directamente a la Policía Nacional y a la Delegación del Gobierno porque son los agentes españoles quienes impiden el acceso a la frontera de quienes van cargados con mercancía legalmente adquirida en Melilla. Sin embargo, fuentes policiales puntualizan que en realidad quien no permite el paso de los porteadores por Beni Enzar es Marruecos, que ha empezado a reordenar el tráfico de mercancías derivándolo hacia Barrio Chino.

Ambas posturas son perfectamente comprensibles, porque el comercio atípico es desde hace años un pilar muy importante de la economía de Melilla del que viven varios cientos de familias en nuestra ciudad, además de miles de personas del otro lado de la frontera que encuentran en esta actividad un sustento. Pero al mismo tiempo, mantenerla en el paso de Beni Enzar es un handicap para la fluidez, el orden en las inmediaciones de la frontera y a veces también para la seguridad. Por eso se habilitó el paso de Barrio Chino de forma casi exclusiva para el comercio atípico, algo que no gusta a los comerciantes porque está lejos de sus establecimientos, pero que es idóneo para el resto de usuarios del principal paso fronterizo entre Melilla y Marruecos, que son bastante más numerosos. Una posible y asequible solución sería quizá habilitar un transporte lanzadera, de manera similar a lo que ocurre en los aeropuertos con varias terminales, que sea gratuito para los porteadores y que pudiera estar financiado por las partes a las que más interesa la buena salud del comercio atípico, como son la Ciudad Autónoma, dado el elevado nivel de recaudación que supone para sus arcas, y la asociación de comerciantes de la frontera.

Esta es sólo una propuesta, pero soluciones que contenten a todo el mundo puede haber muchas si se consensúan no sólo en este lado de la valla, sino también con el otro, ya que la frontera es cosa de dos países, algo que a veces los comerciantes no tienen en cuenta. Ahora que arranca una nueva etapa en el paso de Beni Enzar puede ser un buen momento para buscar esas posibles soluciones a un problema que afecta aquí y allá desde hace ya bastante tiempo.

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