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El Candil

Otras… menudencias

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Desde el punto de vista del enfermo que toda la vida lo ha estado del corazón, lo que voy a decir son menudencias que, ajenas a l amor, parece mentira que sean tan decisivas en la opinión de un corazón tan palpitante como ha sido el mío, siempre "partido", con razón. Por eso, solo por eso, he de contar que algunas veces se parte porque esas menudencias que, por pequeñas, son espinillas que se te clavan y molestan más que, si fueran aguijones. Te quedas pensando y te preguntas… ¿Es esto lógico?, el que por causa veraniegas se junten "churras con merinas". Me explico, ¿todos revueltos? Qué tendrá que ver una generalidad de medicina interna con la de cardiología, todo, por unir salas, ¿con el mismo personal? Puede ser por no estar prevista la cardiología, cuantitativamente, considerada. Por muy delicada y definitiva que sea.

La de cardiología es una línea menos revoltosa, yo diría que silenciosa como la muerte misma. Otra cosa es, el quejido de un cólico nefrítico y su incomodidad. Y hablo así, porque he pasado por las dos. Pero de eso, a que la peligrosidad emocional que se puede sufrir por un ataque al corazón, sea isquémica o no, coronaria o trombosica, etc., no se puede compartir con la compañía que pasa por una diarrea intensa, incómoda, sí, pero nunca comparable al estado de tranquilidad y descanso que el de cardiología necesita. Si encima, no se guardan espacios al ser comunes las habitaciones, entonces, a paga y vamos. Pero si encima tenemos que, el vecino tiene perdida un poco la cabeza y encima edad avanzada pero vital, es a su vez inquieto, hablador y encima no duerme, hasta tal es el punto que, se cargó a todos sus acompañantes y a los míos. Ni de noche ni de día hubo manera de pegar ojo. No paraba. Sube, baja la persiana, enciende la luz, abre la ventana, cierra la ventana, apaga la luz ¡Fulanita!, ¡Menganita! ¡Suéltame! Todo esto de continuo, un rodillo imparable. Y no estoy exagerando. Fue para vivirlo.

Pidieron, tanto el cardiólogo y doctores de sala, el cambio de habitación, no sirvió de nada, no había; una vez me dijeron de una cama al lado de una persona en estado terminal… ¡encima! Pensé en cómo paliar la noche, por lo menos; pedí a mi "yosuhombre" me trajeran unos cascos de esos de oír música y que tenía en casa arrumbados desde hace años (algo así como 16) y así se hizo, me los puse y por lo menos pude reducir en un 60 por ciento, más o menos, el sonido de la verborrea nocturna, sonido de persiana, etc., y así poder dormir lo suficiente para descansar. Se redujo mi intranquilidad cardiológica bajo el dolor en esternón y aumento mi confianza, dando mayor resultado el tratamiento de los doctores.

Entre col y col, lechuga. Una de las veces de esas múltiples que las enfermeras y auxiliares pasaron a atender a mi vecino en su tercera o quita vez de limpieza de heces y dado que la separación entre camas es insuficiente, arrastran con el trasero (normalmente) la cortinilla tapa intimidades, y dado que estas no están sujetas a la pared de la cabecera, al menos en la parte alta del carril, pues la abrieron quedando abierta; el problema no es que la abran y la cierren con más o menos aires, no, sino que la luz de los tubos de la cabecera del vecino, queda al descubierto y pasa al de al lado. Se me ocurrió tirar de la cortinilla para cerrar la entrada de luz que me daba de perfil en la cara (de noche) y me dice una muy atenta enfermera, con cara de carcelera… ¿¿Le molesta?? Nos quedamos mirándonos a punto de que, lanza en ristre desmontarnos, y cedí, no tenía yo ni ganas de marcha, ni fuerza mental. Ya tenía yo suficiente. Pero seguro que no olvidaré su cara y actitud. Gracias.

He de decir que, yo no serviría para enfermero, auxiliar, etc. Pero si es verdad que la falta de personal o más aún, el exceso de enfermos, crea tensión personal y voces altas en exceso que bien por resonancia de pasillo o nerviosismo, a lo que menos se parece el recinto es a un hospital. Otra cosa es que, el pase de visitas sea un coladero mayor de dos o que se llame la atención a unos y no a otros que guardan las reglas de silencio con el tipo de educación que se debe de guardar para con los enfermos y vecinos.

En el Carlos Haya observé que, junto a la auxiliar o enfermera que entrega los medicamentos, así como en el momento de las comidas, va una supervisora con listado que supervisa lo que se entrega, para evitar posibles errores de que lo de uno se le dé al otro. A pesar de la época vacacional. Por ejemplo. No voy a marearle a usted con más o menos menudencias o pequeñeces, pero sí es verdad que deseo lo tenga usted en cuenta, por si acaso. Un saludo.

Nota: No rellené el oficio o test del enfermo para la dirección, porque es una cuestión clara que salta a la vista. Encámense como uno de tantos.

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