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¿Quitamos la valla?

Una presión, la migratoria, que ya va resultando insoportable y ante la que muchas instituciones y organismos europeos parecen no mirar de frente o desviar la mirada. En unos momentos en que las encuestas y sondeos están en auge y se han erigido en centro de debates y foros de opinión en base a la consulta catalana del 9N, nos planteamos qué ocurriría si a los melillenses les preguntaran cuáles serían sus preferencias, o proteger las fronteras ante la inmigración ilegal, o optar por la eliminación de la valla que separa el perímetro fronterizo entre Melilla y Marruecos. Estas dos opciones formaron parte de las declaraciones del presidente del Gobierno Mariano Rajoy en el Senado a preguntas de Izquierda Unida. “Abrimos las fronteras, -decía-, para que entre todo el mundo que lo estime conveniente o defendemos el territorio”. Una medida, la primera que lógicamente no se puede ni se debe aplicar. En cuanto a la segunda, parece racional intentar regular la figura del rechazo en frontera en Ceuta y Melilla, siempre que la reforma que plantee el Ejecutivo se ajuste a la legislación internacional. Es cierto que en la actualidad se están produciendo múltiples reacciones ante las denominadas “devoluciones en caliente” por unos y “rechazos en fronteras” por otros, pero ante los intentos de entrada ilegales lo que no se puede consentir es saltarse a la torera la normativa que establece el Convenio Europeo de Derechos Humanos ni, por supuesto, admitir la vejación y humillación por la que atraviesan, con demasiada frecuencia en los últimos tiempos, los miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, en su labor de defensa de las fronteras, debido a la violencia que se está instaurando en las intentonas colectivas de introducción al territorio europeo.

Unas declaraciones, las de Rajoy, que se producían en la antesala de dos nuevos intentos de saltos a la valla fronteriza protagonizados por 350 inmigrantes de origen subsahariano, por dos lugares distintos del vallado fronterizo entre Melilla y Marruecos, de los que sólo 3 han logrado vulnerar la frontera sur de Europa.

Con el salto de ayer son más de 60 los que se han sucedido en la valla de Melilla en lo que va de año, con una media de 6 al mes., en los que han participado un total de 14.000 ciudadanos de origen subsahariano y alrededor de 2.000 han logrado vulnerar la frontera sur de Europa y acceder a territorio español.

Una nueva muestra de la presión migratoria que está soportando la ciudad a lo largo de la anualidad en curso y que hace que el CETI se encuentra al doble de su capacidad a pesar de los continuos traslados que semanalmente se realizan a otro centros peninsulares. Una presión, por tanto, que ya va resultando insoportable y ante la que muchas instituciones y organismos europeos parecen no mirar de frente o desviar la mirada.

También habrá que esperar, al menos hasta 2015, para saber cuáles son las empresas que finalmente optan a la adjudicación del nuevo contrato marítimo, cuyo pliego técnico tendrá que aprobar en primer término el Consejo de Gobierno de la Ciudad Autónoma y el de Ministros después. Lo que está claro es que la solución ya no puede ni debe experimentar más retrasos, en una ciudad como la nuestra donde las comunicaciones son vitales para el desarrollo de la economía local e incluso para evitar otras situaciones de índole sanitaria o personal que, en ocasiones, se producen por la ausencia de unos transportes lo suficientemente fluidos y adecuados para una población aislada a más de un centenar de kilómetros del territorio peninsular.

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Angel Melendez

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