Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) dentro de la “Historia de los Heterodoxos Españoles” incorpora a Gaspar Melchor de Jovellanos y Ramírez.(1744-1811). El alma de los pinceles de Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) tomó la delantera al polígrafo santanderino. El retrato del prócer, Jovellanos, captó toda la profundidad psicológica del efigiado. La composición del cuadro rompe la costura del silencio, habla un meditabundo. La mirada está clavada lejos de la cara posterior del horizonte donde bailan con ilógica las incógnitas. El político apoya el brazo izquierdo sobre la mesa, a modo de muleta humana, sirve de pilar a una cabeza plena de preocupaciones. La postura esboza estampa del presionado por acontecimientos con tendencia a la baja. La mano derecha pinza escrito-mensaje a cuantos admiran el lienzo: dialogan quedamente con el autor del “Informe sobre la Ley Agraria”, “Memoria sobre la Educación Pública”, “Descripción de la Lonja de Palma”, “Informe sobre la publicación de los monumentos de Granada” y de “Córdoba”, por recordar algunos de sus escritos. Destacado representante de la Ilustración tuvo nítida conciencia del cambio real, histórico, de España a causa del nuevo contenido biológico-cultural. Lección a los aferrados al inmovilismo. Las periódicas renovaciones de la sociedad exigen planteamientos desconocidos, crean salud para el futuro.
Jovellanos, espíritu sensible, a la honda reforma social vivida por la España de su tiempo, advirtió de la realidad del cambio histórico, sus contemporáneos eran testigos presenciales y ejecutores. El “Discurso sobre el establecimiento de un Montepío para los nobles de la Corte” encierra para la aristocracia la marga realidad del deslizamiento en la dirección de los asuntos públicos hacia capas inferiores. Al pueblo,lanzado a la conquista del bienestar, le recuerda la necesidad de la plena vivencia de la virtud, la justicia y la libertad. Trípode sin el cual la plétora alzista del erario o hacienda pública y el incesante desarrollo de la industria desempeñarían el oficio de balones de oxígeno para un espíritu ciudadano moribundo. Jovellanos pertenece a ésa raza de políticos que juntan a la acción dos premisas básicas, a saber: pensar y escribir. Al reflexionar fabrican ideas, al redactarlas, además de perpetuarlas, las colocan a disposición del hombre de la calle. La adversidad, persecución, exilio, carecieron de mordiente eficaz para bastardear, demoler, liquidar, la entereza del lider asturiano. Maestro en el arte de conjugar tradición (conservó esencias) y reformas (abrió puertas). Espíritu revisionista asesorado por su personal censura jamás dejó de elaborar programas.
Goya incrementó el patrimonio nacional de hombres donde recurrir en cualquier hora, fuentes de inspiración en los momentos cruciales de la patria. El juicio formulado en el “Elogio de las Bellas Artes” sobre el estilo gótico cuando lo opinión general lo infravalorizaba le hace acreedor del título de experto en futurología política. Arraigada “deontología política” nutre el pensar del gijonés dotándolo de vigor, aliado de la plenitud de forma. Su conducta continua siendo válida en el inicio del siglo XXI. Honestidad política intachable, pensamiento propio manantial de la acción, configuran el escudo de armas del ciudadano Gaspar de Jovellanos.
