Granada es una capital preciosa, digna de contemplar, una maravilla pasear por el centro de la misma, visitar su Alhambra y El Generalife que fue la casa de recreo de los sultanes de Granada (en árabe Yarat-al-Arif o Jardín del Arquitecto), los Palacios Nazaríes, el Museo Arqueológico, y también el de Carlos V. Toda ella, Granada un lujo para la vista y el placer. Tomar unos vinos o botellines con sus correspondientes tapas en todo su casco antiguo, algo muy habitual entre los melillenses también. Como dice la famosa canción cantada por muchas voces de gran renombre, especialmente tenores como Alfredo Kraus, Plácido Domingo, Carreras, Pavarotti, incluso Joselito “el Pequeño Ruiseñor”, lo menos entendible, pero fue así, dicha canción fue creada por el mexicano Agustín Lara y se dice que ni la conoció, se sospecha que se inspiró por fotos y postales de la ciudad ¡Granada, tierra soñada por mi! ¡Sus calles se llenan de lindas mujeres!
El motivo de traer Granada a mi escrito es circunstancial, pero, allí también acontecen otras cosas menos gratas, ni edificantes. Afirmó que una mujer que aborta da licencia a los hombres para abusar de su cuerpo y además editó “Cásate y sé sumisa”. Sí, aquel libro que exhorta a la mujer a rendir obediencia a su marido. ¿Quién lo dijo?, pues nada más y nada menos que “ese hombre de Dios”, Francisco Javier Martínez, el aun arzobispo de Granada, el cuál, con “gran ahínco dice defender la vida de los neonatos”, pero, al mismo tiempo se atreve a despreciar y a escupir sobre el cuerpo y la inteligencia de las mujeres.
Dicho todo lo anterior, al parecer ha sido obligado por el papa Francisco a abrir una investigación (una de tantas en esta Iglesia Católica, Apostólica y Romana) sobre los “presuntos” abusos de menores a manos de un grupo de sacerdotes y seglares adoctrinados en la fe cristiana. Francisco no tuvo más remedio que pedir perdón a la víctima denunciante después de leer muy emocionado su carta. A todo esto que comencé a escribir hace dos días, añado, que al parecer por segunda vez el papa ha vuelto a pedir disculpas al denunciante Daniel y que ha dado instrucciones de separación de doce sacerdotes “presuntamente” culpables de pederastia. Mientras tanto, el aun arzobispo Martínez ha estado en la mas absoluta inopia durante tantos años en los que, forzosamente, tuvieron que llegarle las sospechas. Yo como soy muy ignorante y no comprendo ni concibo muchas cosas, digo ¡Qué me importa que el papa Francisco pida disculpas o no!, pregunto ¿En estos casos no interviene la justicia ordinaria?, si es que si, ya tardan. Recuerdo, hará unos 10 años aproximadamente que se descubrió en el pueblo de Castellón, Villafamés que al sacerdote de aquella Diócesis le pillaron en una trama de Internet con cientos de CDs conteniendo miles de fotos de menores, creo que él mismo dejó el clero y se marchó a su Mallorca natal con su “mamaíta”, en ningún momento se habló de condena alguna, que yo recuerde.
No es de recibo, el mismo hombre que vomita inclemencia hacia las mujeres, “permite” que un tupido, humillante y obsceno manto de silencio caiga sobre las víctimas. <> ¿A quién defiende este tal Martínez cuando clama por la vida de los no nacidos pero no actúa, de forma inmediata y contundente, para evitar el dolor de los niños? ¿Ampara a los pequeños o más bien trata de proteger su caduco reino en la Tierra?
Sr. Francisco Javier Martínez, no ampare más la pederastia sacerdotal, no sea cómplice, al parecer se montaban orgías en esa mansión, deje su sotana y vara de mando arzobispal. En sus dominios, lo divino se pervierte y convierte en una herramienta de control sobre la ciudadanía, en el que la moral es la vara de su poder. Arremetió con saña contra la mujer, esa mujer a la que él pide sumisión, no se da cuenta de que dejó de existir hace mucho tiempo. Sin ella el templo de su fundamentalismo se cae. LA MUJER con mayúsculas se revela actualmente contra este “personaje” y similares, ¡Menos mal que están en decadencia!, ese desprecio a la hembra, sea soltera, novia, esposa o madre como acabo de decir ¡Ya no existe! Y quizás por ello las desprecia.
