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Desorden fronterizo

Aunque el accidente empezó cuando el furgón policial sufrió un fallo mecánico y comenzó a rodar solo por la pendiente, es evidente que no se habría producido ninguna fatalidad si la zona de tierra de nadie estuviera expedita de peatones La muerte de un hombre en la frontera hace dos días ha conmocionado a la sociedad melillense. Los pasos fronterizos son uno de los talones de Aquiles de esta ciudad que tanto depende de que sus puentes hacia el entorno marroquí funcionen perfectamente, como una máquina engrasada, algo que no es fácil de conseguir teniendo en cuenta que son miles las personas que al cabo del día transitan de un lado a otro. Al hablar de la frontera, hay que tener en cuenta algo fundamental, y es que la seguridad es de vital importancia. Más aún en un lugar como Melilla, cuya ubicación geográfica obligan a hacer frente a problemas como la amenaza terrorista y la inmigración clandestina. Por eso se adoptan medidas que quizá aquellos que son ajenos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no comprenden y que incluso algunos se atreven a criticar desde el desconocimiento. Un ejemplo claro lo hemos vivido con el trágico accidente del pasado martes en la frontera, en el que una furgoneta de la UIP que estaba estacionada en el control fronterizo salió rodando por un fallo en los frenos y se empotró contra una puerta, la cual cedió por el impacto y cayó sobre un hombre que estaba al lado, causándole graves heridas por las que falleció horas más tarde.

Algunos consideran que el motivo de este accidente había sido el hecho de que los furgones policiales estuvieran aparcados en la cuesta del paso fronterizo en vez de en la explanada, sin tener en cuenta que esos vehículos se colocan de esa manera para que sirvan de obstáculo y refuerzo de un hipotético cierre fronterizo en caso de altercados o entradas a la fuerza y sin control, como podría ser una avalancha de inmigrantes a la carrera o en vehículos kamikaze. Cualquiera con un poco de vista se habrá dado cuenta de que el utilizar un vehículo policial como obstáculo se emplea también en controles de seguridad en carreteras o incluso en la misma valla fronteriza cuando los inmigrantes se quedan encaramados. Además, no hay que olvidar que las patrullas policiales deben estar cerca de los agentes de servicio para un caso de emergencia, algo que no es extraño en un paso fronterizo de tanto trasiego como el nuestro.

Aunque el accidente empezó cuando el furgón policial sufrió un fallo mecánico y comenzó a rodar solo por la pendiente, es evidente que no se habría producido ninguna fatalidad si la zona de tierra de nadie estuviera expedita de peatones como llevan reclamando desde hace años los sindicatos policiales, con toda la razón del mundo. Esa es la causa de que hoy estemos lamentándonos por una muerte en el paso fronterizo, y eso atañe al país vecino, que muchas veces no ayuda lo necesario para que esa frontera funcione como la máquina engrasada que todos deseamos. No se trata de echar balones fuera después de una tragedia como la de hace dos días, sino de reflexionar y abordar el problema de la frontera con la seriedad que éste requiere, como también piden los sindicatos. La investigación determinará lo que ha pasado y de quién es la responsabilidad, aunque todo indica que si la frontera no fuera una anarquía más allá de nuestra verja, lo que pasó el martes podría haberse quedado en una mera anécdota en vez de estar lamentando la pérdida de una vida humana. Quizá sea el momento de sentarse con el otro lado y organizar, de una vez por todas, un lugar tan desordenado como es desde siempre la frontera de Beni Enzar. Una tarea nada fácil, pero necesaria por la seguridad de todos.

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