Glamurosa felicitación navideña institucional disfrazada de Pleno de control de la Asamblea(menudo “control”). Tremendo, pero no inédito, el arreo con el que se emplearon sus señorías, la saña o el impudor con el que decidieron “desearse lo mejor” ante la cercanía de tan ecuménica efemérides, alcanza niveles de “top ten”. No hubo epíteto que no fuera recordado, eso si, los mas ofensivos quedaron en el pensamiento aunque expresados en los semblantes y atrapados en el gesto.
La intensidad del afecto con el que expresaron los sentimientos hacia el contrario quedó de manifiesto en momentos estelares. Una vueltecita por hemerotecas, videotecas o fonotecas, donde ya duermen, pueden hacerlos recordar. Yo no me atrevería en recomendarlo, el paseíto, digo. En algunas mentes aún resuenan los arranques de reproches y sus correspondientes réplicas, así, por ello, tardaran en reponerse. Lo mas curioso es que, la mayoría de los combates, ya que eso fueron, combates (dialécticos, eso si) se basaron en temas discutidos tiempo ha, algunos incluso antiguos. Estéril campo de batalla que no produce mas que la victoria del desconcierto y lo ramplón.
Peores cosas se ha visto, situaciones mas esperpénticas se han dado, claro, pero eso no es excusa ni consuelo. Recuerdo aquel pleno en el que se debatía una moción de censura (año1998 d.C.) y tras la votación y a tenor del resultado, una vez huidos los diputados del Gobierno de entonces, alguien que por su trabajo se quedó en el salón de plenos (ese era yo) recibió el impacto de una butaca así como el repaso “cariñoso” hacia toda mi familia. En fin, ya se sabe, en cuestión de gusto a la hora de comunicarse no hay nada escrito.
Fue uno de aquellos instantes álgidos en el que se puso de manifiesto que el salón plenario podía dar para mucho y que prometía circunstancias de “ensueño” y ejemplaridad. Nos queda el convencimiento que no es culpa de nadie, cuando se dan episodios como los del otro día, sino, mas bien, producto o consecuencia del calendario; de esa liturgia preelectoral que abrasa a los litigantes y les hace orientarse hacia el “cuerpo a cuerpo” y de ello a la destrucción mermando, así, posibilidades de futuribles diálogos ante resultados inciertos. Esta liturgia, tan conocida por la diversidad de confines pero que tan aparente se da por estas tierras, deriva con mas frecuencia de lo aconsejable en la confrontación no de programas sino de miserias que, mas allá del espectáculo, importan a pocos. Es eso de intentar darle la vuelta a las tripas del contrario, a ver lo que queda de él.
No es un panorama, por lo descrito en este modesto artículo, irreversible, para nada. Es un hecho cuya frecuencia aumenta conforme, repito, a la liturgia de los tiempos y quizás bajo la errática creencia que se ganan adeptos en detrimento del contrario que los pierde Nada es perfecto en la vida, todo es regido por lo humano y, por tanto, la política tampoco aunque esta deba a exigirse a si misma algo mas por el hecho que es un referente en la gestión de lo público. Nunca está de mas en el debate la aparición de lo irónico, incluso lo algo ácido, la disputa dialéctica, la confrontación de razones o la defensa de la propiedad de la verdad relativa, pero eso de “tirarse de cabeza al vertedero” y lanzarse los escombros sin mas orden ni concierto que la rabia, no trae nada bueno. Nadie pretende sesiones plenarias beatíficas, aburridas ni ejemplarizantes desde la excelsa oratoria, pero si algo mas de compromiso para entender que, aquellos a quienes va dirigido el esfuerzo de sus señorías, es decir, los mortales en general, se merecen otro tipo de guión.
En fin, sus señorías decidieron “felicitarse” las Pascuas desde el incendio y la soflama. Esperemos que también sepan decidir, que lo saben, sobre la base que fuerza y dureza no están reñidas con la prudencia y la clemencia. Clemencia, sobre todo, pensado en los demás, en toda esa gente mortal que aspira a un poco de sosiego y sentido común. FELIZ NAVIDAD (esta, de verdad).
