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Atril ciudadano

¡Gracias!

Castañero. No solo por tu sacrificado trabajo, que pone en las frías manos del tiempo que va llegando, el calorcito agradable de ese fruto tan humilde y a la vez tan bueno de la castaña asada. Gracias, no solo por llenar el aire de la noche con ese cadente y entrañable olor del humo blanco de tu chimenea hogareña en mitad de la calle. Ajeno a la polución. No solo por tu presencia. Sin nacionalidad ni tiempo, que nos trae el aviso de la Navidad. Esa fiesta increíble que persiste y pervive a pesar de la multinacionalidad del dinero, las prisas y las indiferencia ¡Gracias castañero por tu amor! …Invisible. Sereno. Acompasado con el ritmo de la vida, que nos trae a la memoria aquella Avenida de entonces. De aquel entonces tan lleno de miradas ya perdidas. De nombres ausentes. De seres olvidados.

En el rescoldo de tu pequeña hoguera chisporroteante, solemos quemar también, sin poder evitarlo, nuestras indiferencias, y retornamos de nuevo a la niñez, en una Melilla, sin tiempo ni pérdidas….Una Melilla sin coches. Quieta y limpia. Sin prisas. Avenida de paseo en fines de semana y fiestas de guardar. Esa calle mayor de una forma de vida lejana, nos viene a la memoria entre el blanco azulado del humo, en el rescoldo sencillo del trabajo que me brindas. Una vida sin tanto egoísmo ni tanto saber. Simplemente una vida para ser vivida. Donde las tertulias en los bares existían y donde el melillense hacia cola para ver la película de la semana, en los siete cine que había en la ciudad. Era como vivir inventándose la vida que interesaba ser soñada….

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