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Tribuna Pública

27 de enero: Día oficial de la memoria de la Shoá y la prevención de los crímenes contra la humanidad

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Al igual que otras naciones, España conmemora cada 27 de enero, a través de diversos actos, el Día Oficial de la Memoria del Holocausto (Shoá) y la Prevención de los Crímenes contra la Humanidad. En 2015 tal conmemoración toma un especial significado dado que se cumplen 70 años de la liberación del campo de concentración y exterminio de Auschwitz Birkenau.
En el marco de la conmemoración del Día Internacional en Memoria de las Víctimas del el Senado acoge hoy un acto solemne, por cuarto año consecutivo, con la participación de los titulares de ministerios (Este año se contara con la presencia, por primera vez, de su Majestad el Rey Felipe VI ) y otras instituciones españolas, entre estas, miembros de la asociación Mem Guímel de Melilla invitados expresamente para tal efecto. El pasado año, la Asociación Socio Cultural Mem Guímel Guímel, representada por su presidente, Mordejay Guahnich, estuvo en el acto institucional celebrado en el Parlamento Andaluz en Sevilla y nuestro colaborador Ricardo Gonzalez Parra en el Senado.

Hace 70 años comenzaba el final del horror: las SS alemanas obligaron a 56.000 personas que habían estado prisioneras en el campo de concentración nazi alemán de Auschwitz-Birkenau a huir a pie hacia trenes para alejarse del Ejército Rojo de la Unión Soviética. Entre 9 y 15 mil personas murieron durante las marchas de la muerte, y solo 2200 lograron salvarse.

La evacuación de Auschwitz había comenzó a prepararse a finales del año 1944, poco después de que los soviéticos liberasen el campo de concentración de Majdanek, En enero de 1945 las autoridades nazis dieron la orden de evacuar Auschwitz ante la inminente llegada del Ejército soviético, y el 17 de enero salieron las primeras columnas formadas únicamente por personas sanas capaces de resistir los penosos desplazamientos, en muchos casos a pie, lo que hoy conocemos como “marchas de la muerte” que se extendieron hasta el 21 de ese mes donde cerca de 56 columnas de prisioneros salieron a pie, sobre todo hacia el oeste a través de la Alta y la Baja Silesia.

A lo largo de todas las rutas, los guardias de las SS mataron no sólo a todos los presos que intentaron escapar, sino también a los que estaban demasiado agotados físicamente para mantenerse al día con los demás. Mientras los prisioneros marchaban, los alemanes decidieron eliminar todo rastro de los crímenes que habían cometido en el campo de exterminio, y así volaron el 20 de enero de 1945 los crematorios II y III. Seis días más tarde hicieron lo mismo con el Crematorio V, que se encontraba aún operativo. En Auschwitz apenas quedaron siete mil prisioneros hambrientos y exhaustos, que días después de la partida de sus compañeros dieron la bienvenida a las tropas soviéticas que liberaban el campo el 27 de enero de 1945, falleciendo muchos de ellos por la ingestión de alimentos.

Entre los más de seis millones de fallecidos por la barbarie nazi, la mayoría judíos, estaban miles de españoles, más de nueve mil. Formaban parte del medio millón de republicanos que cruzaron la frontera en los últimos meses de la , tras la caída de . En Francia, fueron internados en distribuidos por el sur de país: el , el , y . Al inicio de la , muchos de ellos fueron enviados al frente con uniforme francés —en las filas de la o en escuadrones de choque—, o integrados en Compañías de Trabajadores Extranjeros. La mayor parte acabaron capturados por los alemanes en los primeros momentos de la invasión de Francia (mayo–junio de 1940). Tras un paso por los campos de prisioneros de guerra (Stalags) fueron enviados a Mauthausen. De los que llegaron, se calcula que solo sobrevivió un tercio, estos han sido convertidos durante décadas “en los grandes olvidados”.

La primera llegada de españoles a Mauthausen data de agosto de , llegaron en vagones de carga, era la primera tanda de los 7.300 inscritos en el campo hasta 1945 y procedían de la : El primer convoy que llegó este mes, venía del Stalag VII A (Moosburg) y llegó el 6 de agosto con 392 prisioneros españoles. El quinto y último convoy del mes de agosto fue el que llegó el día 30 procedente del Stalag II B (Hammerstein) con 22 prisioneros.

EL Gobierno de , requerido por las autoridades alemanas para determinar el destino de estos españoles, replicó que no existían españoles fuera de sus fronteras; de ahí que los republicanos de Mauthausen llevaran el de los apátridas, con una S —de Spanier— en el centro. En una segunda fase, a fines de 1943, llegan republicanos españoles detenidos por su actividad en la resistencia francesa. En total, alrededor de 35.000 españoles participaron en la guerra mundial junto a los aliados: cerca de 10.000 acabaron en los campos de concentración alemanes.

Mauthausen pronto comenzó a ser conocido entre los deportados como «El campo de los españoles». Aunque los primeros barracones se remontan a 1938, fueron albañiles españoles quienes construyeron Mauthausen. Muchos fallecieron entre 1941 y . En septiembre y octubre de 1941 una gran parte de los muertos de —un Kommandoo campo auxiliar destinado al exterminio de los presos más débiles— fueron españoles.

El eje de la vida en Mauthausen era la cantera de granito, en la cual trabajaban los prisioneros hasta su muerte por extenuación. Una escalera de 186 peldaños separaba la cantera de los barracones. Los deportados debían subirla diez o doce veces por día, cargados con grandes piedras a la espalda, mientras los —prisioneros que ejercían como capataces— les empujaban, zancadilleaban y golpeaban con bastones. Cuando falleció el primer español, el 26 de agosto de 1940, sus compatriotas, ante la sorpresa de los verdugos, guardaron un minuto de silencio, situación que se repetiría en numerosas ocasiones. Con el paso del tiempo, algunos españoles pasaron a desempeñar trabajos especializados: albañiles, peluqueros, administrativos, sastres, intérpretes o fotógrafos, pues tenían más posibilidades de sobrevivir que los trabajadores de la cantera. También podían conseguir más información y autonomía para sostener la organización clandestina, de mayoría comunista, que funcionaba desde mediados de 1941.

La labor de la organización española fue crucial, porque cuando en 1942 comenzaron a llegar deportados procedentes de la resistencia francesa y del frente ruso, los españoles eran los veteranos del campo, expertos en la lucha por la supervivencia, dispuestos a transmitir sus conocimientos a los recién llegados. Por otra parte, al desempeñar diversas actividades en la gestión de Mauthausen, podían ayudar a otros prisioneros repartiendo medicinas robadas de la enfermería y redistribuyendo la escasa comida que les llegaba, con el fin de asignar más alimentos a los débiles y enfermos.

Convencidos de la victoria aliada, los republicanos decidieron conservar pruebas de la barbarie, para el posterior juicio a los verdugos. Así, , fotógrafo del campo, hizo copia de todas las fotos que pasaron por sus manos y logró esconderlas hasta el final de la guerra. Gracias a ellas, Boix pudo probar durante los la presencia de los jerarcas y en Mauthausen y demoler así su alegato de que desconocían los campos de exterminio.

Cuando el Ejército norteamericano entró en Mauthausen, el 5 de mayo de , banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis y la puerta del campo estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras».

A través de la base de datos del Ministerio de Cultura, que reúne básicamente los contenidos de la publicación Libro Memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945), de Benito Bermejo y Sandra Checa, – editado por el Ministerio de Cultura de España en 2006-, podemos encontrar a los melillenses que fueron ingresados allí. Encontramos a siete; Joaquin Callejón Inglada, Antonio Delgado Jurado, Antonio Muñoz Zamora, que sobrevivieron y fueron liberados; y José Fajardo García, Rafael García Segura, Manuel Rojas de la Cruz y Mariano Tost Planet que fallecieron allí.

A su vez encontramos a un vecino de Melilla, que aun no habiendo nacido en esta ciudad, sino en Almería, pasó aquí gran parte de su existencia formando una numerosa familia. Se trata de Rafael Aguilar Vera que en 1936 fue internado en el campo de concentración de Zeluán por su vinculación con la organización obrera del puerto donde trabajaba, canjeado en Irun en 1938 e ingresado en 1940 en Mauthausen, proveniente de un batallón de trabajadores extranjeros. Allí se le asignó el número 40702 falleciendo el 17 de diciembre de 1941. Dejo en Melilla a su mujer Carmen Montoya Ruiz y a sus tres hijos. Sus hijos llevan el apellido Aguilar Montoya.

Tenemos noticias de los españoles internados, liberados y fallecidos, gracias a una organización francesa que tras el termino de la II Guerra Mundial se dedico a recopilar toda la información de dichos campos y recoger el nombre y apellidos de los allí ingresados, tanto a partir de la documentación existente como de testimonios de los sobrevivientes. Este informe fue mandado a España en diferentes legajos antes de 1950 para que el Gobierno español hiciera llegar dicha información a los familiares de esos españoles. Pero fueron relegados a los sótanos del Ministerio de Justicia hasta que hace pocos años fueron rescatados y publicados además de colgados en la web del Ministerio de Cultura siendo un eslabón perdido de la historia de España.

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