Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

Atril ciudadano

Estancia encantadora en una ciudad encantadora O un viejo cabilio en Melilla

¡El calendario nos reserva en ocasiones agradables sorpresas! Cuando recibí la invitación de participar en los festejos de yennayer (año nuevo bereber) con los habitantes de Melilla, no sabía muy bien qué podría esperarme. ¿Qué decir? ¿Cómo decirlo?

¿A quién decirlo? Todas estas preguntas se amontonaban en mi cabeza. Por suerte para mí, la intensa actividad de este final/principio de año no me dejaba tiempo para pensar en ello y por suerte para mí, una vez más, la fiesta en Melilla no se celebra sino el 14 del mes, esto es, dos días después de yennayer en mi país natal, Argelia.

De conferencia en velada y de velada en conferencia, heme aquí en el avión que me dejaría, previa escala en Madrid, en la pista del aeropuerto de Melilla, donde mi futuro guía, anfitrión y el organizador de la celebración, Mustapha AKALAY, me esperaba. Ciudad cuidada, pacífica, iluminada: no se trata de una postal, es el primer contacto con la ciudad, de noche. Mi guía, mi amigo, atentamente comentaba todo: cada calle, cada edificación, cada estatua, cada personaje daba lugar a un aluvión de comentarios eruditos y audaces.

Descubrimiento de la universidad y de su universo estudioso, aun de noche, paseo por las calles regadas por la lluvia invernal y primeros contactos con una población variada pero siempre acogedora y jovial. Fatiga acumulada de una semana intensa, un sueño de plomo acaba poniendo fin a esta doble travesía del Mediterráneo: Argel-Madrid y Madrid-Melilla.

Viernes 16. Mañana a la carrera. Explicar yennayer. Contar la imagen de Melilla a los medios melillenses —capricho de una ciudad coqueta— y noche de toma de contacto. Sala de conferencias, público. Espera. Aprensión. La gente aquí habla español y yo que solo me he quedado con “gracias”, “¡hola!” y “¡adiós!”, ¡y descubrir no sin maravillarme que mis interlocutores y yo hablábamos la lengua del corazón! La lengua que atraviesa todas las barreras, la que sortea los obstáculos inducida por sonrisas amigas que te alientan; aplausos que te saludan para decirte “gracias” por un intercambio amistoso, lejos de la frialdad académica. Apretones de manos. Cena compartida donde la amistad corría a raudales hasta el punto de ahogar el pescado, ¡por otra parte exquisito!
¿Con qué quedarme de este viaje? Melilla, oasis de la convivencia donde la fe múltiple, la pertenencia étnica, el color de la piel y la lengua son vectores de unión al prójimo, de apertura a los demás. Melilla, pequeña ciudad frente a las megalópolis, pero qué grande por su cultura plural. ¡Cultura en que, bien lejos de excluirse, cada componente parece no acabar de realizarse totalmente sino por el conocimiento y el reconocimiento de los demás!
En Melilla he visto bereberófonos nativos hablar español a la perfección, he oído a un español hablar bereber como a un rifeño nativo, me he encontrado con un arabófono, afrancesado, hablando español como si nunca hubiera aprendido otra cosa, hacerse cargo de la promoción del hecho amazigh. ¡Qué lección de humildad y de amor!
Yennayer marca la entrada en el año nuevo amazigh, aseggas ameggaz (feliz y próspero año) a unos y otros, se fija cita para el año siguiente y gracias por Imensi n yennayer (la cena de año nuevo) que absorbe a la gran multitud, mezclando en una misma estela las culturas, las edades, ambos sexos en un ambiente festivo realzado por la presencia de las más altas autoridades y coronado por el cuscús ancestral.

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€