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In memoriam

Mari Ángeles

Se nos marchó Mari Ángeles, con la cadencia que marca la vida y con su antojo. La recuerdo, como si la estuviera viendo, en aquel habitáculo que parecía ser o era una centralita telefónica de nuestro querido, olvidado y añorado Hospital de la Cruz Roja que tanto aportó a nuestra ciudad.

Corrían los años setenta y algo cuando la conocí y era feliz en su cuchitril-para ser feliz no se necesita tanto…- era una mujer servicial y buena, era una Señora.
¡Era Mari ángeles!. Y los que llevamos grabado en el corazón una Cruz Roja, entre tantas cruces, hemos pronunciado un ¡oh! de dolor y se nos caían lágrimas de añoranza y agradecimiento de los que formamos parte de esa gran familia llamada Cruz Roja de Melilla, con su hospital a la cabeza, grabado a sangre y fuego en la frente y en el corazón, con sus penas y alegrías, con sus deficiencias y virtudes con su pequeñeces y grandezas como la vida misma.

Sí, Mari Ángeles marcó una etapa, en su puesto de trabajo, con su cariño y con su solvencia con su saber estar y "con sus graciosos despistes". Tuve mucho contacto con ella cuando negociábamos con Insalud el trasvase del personal de Cruz Roja para que me pusiera telefónicamente con la Capital del Reino.

Siempre estuvo ahí como un buen timonel al mando de los cables y clavijas, haciendo punto y conversando con Sor Ángela-Sor Cascarrabias como le decíamos algunos cariñosamente- y que estoy seguro que ha tirado de ella para arriba y así seguir cascando. Mari Ángeles, lo corroboro desde estas líneas cegado por las lágrimas- tenía línea directa con el cielo sin necesidad de meter ninguna clavija.

Con mi reconocimiento y agradecimiento, un beso.

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