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Columna Pública

Con el cierre de “El Telegrama de Melilla”, la prensa está de luto

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Ante el cierre de “El Telegrama de Melilla”, la Asociación de la Prensa de Melilla quiere expresar su opinión por este triste acontecimiento, haciendo también hincapié en el esfuerzo de empresas y trabajadores de los medios de comunicación para mantenerse en activo, en un mercado tan difícil como competitivo.

El Telegrama de Melilla ha cerrado sus puertas, no volverá a estar en los quioscos. Hablamos mucho más que de un periódico, hablamos de un rotativo anterior al ABC, hablamos de una cabecera heredera de aquella que fue testigo de la historia de nuestra ciudad a lo largo del siglo XX y parte del XXI, y si bien fue conocido en sus comienzos como El Telegrama del Rif para todos es nuestro “Telegrama”.

Desde la Asociación de la Prensa de Melilla hemos sido directos y claros en los últimos diez años advirtiendo que la existencia de más de una docena de medios de comunicación en una urbe pequeña como la nuestra era como poco arriesgado, incluso en tiempos de bonanza económica. Pero nuestra labor era también entender la existencia de tanta empresa de comunicación y decir con orgullo que éramos la única provincia de España en donde no se había cerrado un solo medio…hasta ahora.

Nos preguntan si lo ocurrido se ha debido a los retrasos en los pagos de contratos de publicidad de la Ciudad Autónoma. La respuesta es clara: sí, así ha sido. La exigente vigilancia de intervención a la hora de realizar cualquier pago podemos entenderla, pero expresa más una acción temerosa que eficaz y deja en evidencia la relación entre contratante y contratado por cuanto obliga a desconfiar de los pagos de la Ciudad, ya que hablamos de trabajos realizados y publicados por los medios de comunicación (incluyendo el Telegrama) que ahora incluso se han puesto en duda su existencia y su importancia.

Nunca hemos entendido las críticas a dichos contratos, no entendemos que la mayor empresa de la ciudad -el ayuntamiento- genere beneficios para numerosas firmas o comercios y las de los medios de comunicación no puedan entrar en este tipo de acuerdo, cuando en ocasiones las críticas recibidas parten de fuerzas políticas o de otras empresas que no han podido participar en este negocio, pero no por ello se debe cerrar el proceso hacia el resto de medios, sino buscar que todos lo tengan. En todo caso los contratos de publicidad son necesarios, y por necesarios nos referimos a que a través de ellos los melillenses conocen las numerosas acciones o gestiones del gobierno.

El problema surge con el retraso del pago, retraso que ha superado con creces los seis meses, dejando atrás las promesas de que la Ciudad Autónoma pagaba en tiempo y forma. Se le ha reprochado al Telegrama de Melilla que no se le podían realizar ingresos por sus respectivos retrasos a la Seguridad Social, pero es muy difícil realizar esos compromisos con el Estado cuando lo que se le debe a una empresa se retrasa mes tras mes. Desde la propia APM nos hemos esforzado en que esos desembolsos llegasen no solo al ahora periódico desaparecido, sino también a otros, por cuanto en el pasado mes de febrero se hablaba del cierre inmediato de al menos otros dos medios de comunicación. Han sido meses de gestiones y contactos que, desgraciadamente, no han dado sus frutos.

En todo caso muchos parecen olvidar el esfuerzo de las empresas locales de comunicación para mantenerse en activo, y con ello me refiero al abanico local que es numeroso y variopinto, sin entrar en sus líneas editoriales o intereses que obviamente los hay. El Telegrama de Melilla nos ha dejado por un conjunto de circunstancias tanto internas como externas a él, pero su desaparición podría haberse evitado con un esfuerzo en reconocer un trabajo realizado, en dar fe de unos contratos de publicidad que se firmaron y en el hecho de que nos encontramos ante un ejecutivo extremadamente sensible en ser estrictamente correcto en lo relativo a la acción administrativa. Sensibilidad acuciada por unos “errores administrativos” de los que los demás nunca han sido participes ni protagonistas pero sí víctimas.

Hablamos de defender y proteger Melilla en el momento de invertir en edificios, en muros, en calles, en sedes, en espacios, en el presente o en el futuro, en definitiva en nuestra historia. Pues bien, con la desaparición de El Telegrama de Melilla hemos fallado de forma estrepitosa. Es cierto que hacía tiempo que estaba llamando a nuestra puerta advirtiendo sobre lo que podría pasar, pero precisamente porque hubo tiempo el olvido es más dramático. Cuando un medio de comunicación desaparece no se pierde sólo una empresa, se pierde una fuente de expresión. Si el medio era centenario, como es el caso de El Telegrama de Melilla, el golpe no es sólo para los periodistas, sino también para los melillenses, los que estamos ahora aquí y los que estuvieron antes levantando esta ciudad en los últimos 113 años y que dejaron plasmadas sus acciones en las páginas de un rotativo que ya no está con nosotros.

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