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Tribuna Pública

Entre dos aguas

melillahoy.cibeles.net fotos 1255 Nieves

Esta historia comienza en Melilla hace exactamente un mes y acaba de teminar. O vuelve a empezar ahora que navego de vuelta y trato de ordenar lo vivido. Regreso a Melilla cada año entre muchos motivos porque me inquieta la educación y he tenido la suerte de cruzarme en ese camino con otras y otros igual de perdidizas e inquietos. Regreso desde hace años para impartir las clases de un módulo que llamo libremente
“Crítica de la cultura” y en el que concilio la filosofía, la historia y la antropología con el deseo de llevar alto conocimiento universitario a quienes no han podido ir a la universidad, es decir, llevar el pensamiento a la gente de la calle. Una pirueta o triple mortal que realizo porque tres hombres, también preocupados por la educación en Melilla, me sostienen debajo de la red. Sus nombres Hassan Hamed Mohamed (Centro de Formación Ágora), Mohamed El. M. Mohamed Maanan (Centro de formación M-3) Moustafa El. M. Mohamed Maanan (Centro de Formación siglo XXI) y Javier Ventaja (Fundación Federación Melillense de Fútbol). También, es más que justo decirlo, por la escucha y el cariño que recibo de un alumnado adulto que evalúa amablemente mi trabajo.

Viajar a Melilla es para mí, entre otras variables, una posibilidad de hablar y pensar la educación y la ciudad que tenemos y queremos. Hablo de educación mientras paseo con la historiadora Mayi García y su hija Vera, también cuando me encuentro con el profesor Kako Sánchez. Hablo de educación, de voluntad creadora y poesía con la filósofa y poeta Elena Fernández Treviño. Hablo de educación con Ana Lara, mujer y maestra que ama enseñar sobre todas las cosas de este mundo.

Entre medias, volver, regresar, moverse, ir hacia donde una desea. Entre medias, dos invitaciones para cenar que tan sólo en un plano aparente no tienen nada en común. Fouad Mohamed Abdel lah (Melilla, 1977) me invita a cenar para mostrarme la huerta que cultiva con unos amigos. Nos conocemos en un contexto educativo. La segunda invitación la recibo de Mostafá Akalay Nasser (Tanger, 1955) al que conocí en diciembre durante unos escasos minutos y con el que coincido de nuevo en el festejo por la comunión de la niña Alejandra Cavero.

Quedo con Fouad Mohamed para conocer su huerta urbana en el barrio de Cañada. Fouad anda, como tanta gente, buscando trabajo y a la vez preocupado por su barrio y por la educación de sus dos hijas y su hijo. Por las tardes, desde hace años, se reúne con sus amigos en una biohuerta que cultivan con mimo delicado.

Detalles que interesan: Llego al barrio y aparco el coche; intento llamar a Fouad, pero la cobertura “española” es lamentable, casi imposible. Otro detalle: Antes de encontrarnos me entretengo paseando por las calles del barrio. Abuelos y abuelas me sonríen curiosos y amables. Me acerco, saludo, charlamos. No voy haciendo campaña, voy a ver a un amigo. Se nota, me dicen.

Hablamos, nos reímos, me despido. En mitad de las calles, me cruzo con una preciosa pastorcilla urbana, milagro en el corazón de la ciudad, que dirige con gracia sus cabrillas. Dos niñas me señalan en un cruce porque me han reconocido. Me escucharon cantar poesía hace unos días en el I.E.S. Rusadir junto a la música y compositora Soledad Muriel. Me cuentan que les ha gustado mucho ponerse las gafas de poeta y mirar el mundo de otra manera. A las chicas les digo que para nosotras ha sido un privilegio estar en su instituto y compartir el amor a las palabras con un alumnado tan atento, inquieto e ingenioso. También, lo escribo ahora, conocer de cerca a un profesorado que da una elección de amor a la educación y a los libros. Prueba de ello la preciosa biblioteca que coordina Lola Vidal. (Para quienes no lo sepan, las gafas de poeta son las gafas del corazón y están al alcance de todo el mundo. Todos los libros antiguos y sagrados lo enseñan.)
Al fin me encuentro con Fouad que viene a recogerme con su hija, la pequeña Samira, mirada inteligente y audaz en sus pequeños pasos. Juntas nos dirigimos a la huerta y los amigos de Fouad nos reciben cordiales y amables en su pequeña arcadia cuyos terrenos ocupan desde hace años ante la mirada casi siempre permisiva del amo.

Sin discursos complejos, ni chapas ecologistas, más bien con sencillez y profundidad que son los verdaderos nutrientes de ese pensar con las entrañas, pensar antiguo que dirían Juan de Mairena y María Zambrano, este grupo de amigos biocultiva una tierra árida y casi yerma, igual que hizo su ancestra estirpe. Para mi sorpresa, el huerto les da pequeños frutos que ellos celebran con alegría profunda y palabras verdaderas. Hasta allí llevan el agua con garrafas y riegan de este modo los preciosos arbolillos, también los arbustos, plantones de verdura y endemismos que custodian con cariño, como el lentisco (fadis) en torno al que se reúnen.

Soy la primera mujer invitada al Banquete y sentada en el mejor sitio, entre oriente y occidente, me despido del sol que se va por Farkhana y veo salir la plena luna de abril sobre una de las ciudades más bellas que conozco. Desde el barrio de Cañada, las vistas de la ciudad son hermosas y hay un silencio y una calma que cualquiera agradece y que le hará comprender la expresión: “Bajar a Melilla”, bajar al bullicio y el jaleo de la ciudad.

A la luz de la luna, en el barrio de Cañada, termino hablando de poesía y tradición al calor de las brasas, del amor a la naturaleza y el cuidado a la tierra, de la cultura tamazight, del Rif, de Marruecos, de Granada y Andalucía. Hablamos de Melilla y del barrio, de cómo viven ellos y sienten la ciudad. Mientras terminan de preparar la cena, Fouad me pide que le acompañe a casa.

Vamos a buscar el pan y de paso quiere presentarme al pequeño Amin, su hijo, que, a veces, se aburre estudiando. Lo encontramos en el salón junto a Samira, a la que ya he tenido el gusto de conocer, y a una prima adolescente que juega al Trivial con dos amigas. No hay tablero ni quesitos.

Juegan desde una pantalla de móvil y elogio el invento, creo, que por primera vez en mi vida sumándome al juego.

Dos de ellas me reconocen. Lo dicen con esa timidez adolescente cargada de mejillas arreboladas. Me cuentan que me escucharon el año anterior en el I.E.S. Huerta Salama, donde asistí invitada por la maestra Ana Lara y donde he regresado este año, ahora, invitada por Mariví Menchacatorre. Les pregunto si les gustó la conferencia sobre el cuerpo femenino y los sentidos que este ha tenido a lo largo de la historia y las culturas, si les pareció interesante.

Una de ellas me resume con precisión su tesis principal pasado un año de haberme escuchado. Le encantó comprender que “lo femenino fue libre y respetado durante miles de años; también que las mujeres no tenemos la culpa de nada, ni siquiera Eva.” Celebro su resumen con “Cum laudem” y les animo a que sigan estudiando. Me despido. Amin se aburre, pero promete esforzarse. Le animo. Tiene, como Samira, el brillo del asombro en la mirada y son el futuro de esta ciudad.

Días más tarde quedo con Akalay para hablar y cantar poesía, leer textos propios y de Mohammed Choukri (1935-2003) ese alma desgarrada nacida en Aith Chicher, capaz de poner luz en el sufrimiento. Hablamos de Melilla, de educación y de su preciosa propuesta Los Jueves Amazigh. De vuelta, navegando, leo su trabajo de investigación Ciudadanía plural y mezcla de culturas en Melilla en la era de la globalización (2014) comprendo que, en mi experiencia, la ciudadanía melillense que nombra Akalay también está en la Cañada y en las clases medias y por debajo de la media amazightz.

Añado que además de una breve cartografía para pensar la ciudad, quien lea este estudio
encontrará ocho entrevistas entre las que destaco, las palabras excelsas, como siempre, de Ángel Castro, ese ángel de la guarda de la cultura en esta polis (frente a los ángeles exterminadores).

También las palabras de impecabilidad de Abderrahman Benyahya y las palabras certeras de Fadela Mohatar Maanan, una de las dos mujeres entrevistadas por Akalay.

Entre medias, ya lo he dicho, la niña Alejandra Cavero Martínez, creadora de mundos y pensamientos pequeños que ella hace grandes, recibe su Primera comunión y lo celebramos almorzando y recitando poesía en esa unión de contrarios que el filósofo Juan Carlos Cavero y la maestra Sandra Martínez producen alquímicamente. Allí, están la familia, las amigas, los amigos.

Entre ellos, me alegra profundamente –no sé si alcancé a expresarlo entonces reencontrarme con el director de cine Driss Deiback, cuyo trabajo sigo con interés.

Entre medias, un adolescente de origen cristiano que vive en el Paseo Marítimo y estudia en La Salle me confiesa que nunca ha estado en el Rastro: “¿El Barrio hebreo? ¿Dónde queda?”, me dice y alucino. El mapa de su polis acaba en el Club Marítimo y al final de la avenida. Me atrevo a decirle entonces, con ternura, que más peligrosos que los velos sobre las cabezas son los velos sobre los ojos. Y sonríe. Le dibujo un mapa en una servilleta y me promete que irá, también que va a escribirme para contármelo.

Entonces, Sr. Akalay. No habrá ciudadanía plural si no nos cruzamos por las calles y los barrios pero con gusto, sin miedo, y con el corazón abierto dispuesto a adoptar cualquier forma, como fue en un principio. No hay más, no hay otro modo.

Toda la vida he escuchado esto en la casa de mi madre y mi padre. Y qué razón tenían. No habrá ciudadanía plural –ni modo de sanar las heridas– si el precioso proyecto promovido por los Jueves amazitgh no llega a todos los barrios atravesando las complejas fronteras interiores de esta ciudad de 12 km cuadrados, mucho más graves, me temo, que la alambrada que nos cerca.

Entonces, la rotundidad del círculo. Termino mis clases el día 30 de abril. Celebro el día del trabajo navegando con un amigo del instituto, hoy, Patrón de Altura –Román Suárez Ramírez– que me invita a salir al rescate de un barco que naufraga. Ya no somos tan guapos como entonces, pero navegamos felices. Hablamos de las horas en el instituto –a veces, Amin, también nos aburríamos estudiando, pero seguimos.

Días antes desayuno con otro con el que compartí banca en el Leopoldo Queipo, hoy, brillante empresario, Juan Carlos Molina Martín (Casa Ford). Recordamos las horas en el jardín feliz, alguna gamberrada y terminamos hablando del amor. No nos gustaba estudiar, pero sabíamos que alguna perla se ocultaba detrás de tantas horas sentados y encerrados en la cárcel-escuela.

Entonces, el profesorado hablaba a un alumnado que, en mayor o menor grado, aburrido, escuchaba. Porque, si no hay escucha, ¿Cómo hacer?
Lanzo la pregunta al aire para que la recoja quien quiera y, en pleno, para que la recoja el nuevo pleno del Ayuntamiento de Melilla una vez se constituya y con el deseo de que se transforme en el primer ejemplo de escucha amorosa que reciba nuestra ciudadanía. Entonces, abran los ojos. O mejor aún, ciérrenlos para volver a abrirlos ahora que les toca ajustarse. No habrá ciudadanía plural, tampoco escucha del alumnado, del vecindario, ni de nadie, si ustedes no empiezan a predicar con el ejemplo, a romper las fronteras entre barrios y a limpiar con agua y sal las piedras que tienen en sus corazones. A ser justas y justos; a ser creativos; a pensar en esta ciudad y no en sus ombligos.

Ha escrito Ibn Araby de Murcia (1165-1240) acerca del corazón que este es:
“Capaz de acoger cualquiera de entre las diversas formas (…) Es prado para gacelas y convento para el monje, para los ídolos templo, Kaaba para el peregrino; es las tablas de la Torá y es el libro del Corán. La religión del amor sigo adonde se encamine su caravana, que amor es mi doctrina y mi fe”
Entonces, se trata como entonces, como siempre, de acoger todas las formas y establecer nuevos puntos de contacto; de acortar las separaciones para que se produzca una verdadera convivencia. Esa perla preciosa que esta ciudad custodia, cuyo secreto y legado nos pertenecen a todas y todos.

Sanar las heridas de una ciudad tan vieja como Melilla no va a ser fácil, pero es responsabilidad de quienes vivimos en ella. En Grecia, la clase política daba ejemplo continuo. ¿Y no será que, en estos, tiempos los verdaderos políticos, igual que la política verdadera, están en las calles? Gracias Sr. Mohamed Abdel lah por abrirme su mundo, su casa, su familia y su huerta en el barrio de Cañada, que también es el mío. Gracias Sr. Akalay por llegar a Melilla y traernos aire fresco, de la Granada de al Andalus al corazón de Tánger, bajo un amable soplo.

FRASES:

“No habrá ciudadanía plural, tampoco escucha del alumnado, del vecindario, ni de nadie, si ustedes no empiezan a predicar con el ejemplo, a romper las fronteras entre barrios y a limpiar con agua y sal las piedras que tienen en sus corazones”

“Sanar las heridas de una ciudad tan vieja como Melilla no va a ser fácil, pero es responsabilidad de quienes vivimos en ella. En Grecia, la clase política daba ejemplo continuo”

“Lanzo la pregunta al aire para que la recoja quien quiera y, en pleno, para que la recoja el nuevo pleno del Ayuntamiento de Melilla una vez se constituya y con el deseo de que se transforme en el primer ejemplo de escucha amorosa que reciba nuestra ciudadanía”

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