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Tribuna abierta

Mohamed Choukri, escritor por antonomasia del Tánger subterráneo.

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“Expulsado por las carencias y la sequía, arrojado en brazos de la aventura, el inmigrante no lleva con él más que un rayo de esperanza y un asustado soplo de dignidad. Conozco los asuntos de la vida errante, yo también he sido perseguido por niños y viejos, pero me fue dado aprender la lengua de mis perseguidores.

Es verdad que intentaba disimular mi acento para ocultar mi origen indeseable en una sociedad arabizada que despreciaba a los rifeños. Pero terminé escribiendo mis obras en esta lengua estructurada y poderosa (el árabe fusha), clara y extranjera .La sometí a mi ley. La vencí.”
Mohamed Choukri.

“Expulsado por las carencias y la sequía, arrojado en brazos de la aventura, el inmigrante no lleva con él más que un rayo de esperanza y un asustado soplo de dignidad. Conozco los asuntos de la vida errante, yo también he sido perseguido por niños y viejos, pero me fue dado aprender la lengua de mis perseguidores.

Es verdad que intentaba disimular mi acento para ocultar mi origen indeseable en una sociedad arabizada que despreciaba a los rifeños. Pero terminé escribiendo mis obras en esta lengua estructurada y poderosa (el árabe fusha), clara y extranjera .La sometí a mi ley. La vencí.”
Mohamed Choukri.

Mohamed Choukri, rifeño de nacimiento y tangerino por residencia (1935-2003), fue considerado como uno de los sólidos valores de la narrativa arabo-magrebí como lo demuestra su extensa y prolífica producción literaria que tuvo sus comienzos a mediados de los años sesenta.

Abarca tanto novelas, como relatos breves y teatro, publicó diversos ensayos en revistas árabes de crítica literaria, así como traducciones al árabe de poetas españoles, tales como los hermanos Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, etc. También escribió acerca de sus vivencias con “los malditos”: Jean Genet y Tennessee Williams.

La vida de Choukri está relacionada fundamentalmente con la ciudad de Tánger, aunque no nació en esta ciudad, estuvo predestinado a residir en ella, y ambos se pertenecen. Dicha ciudad aparece por doquier en su obra literaria como un tema recurrente. El territorio de Choukri es un mundo de adversidades, presenta quiebras, altibajos, rupturas, crudeza no exenta de ternura, marginación y violencia.

En su novela Rostros, amores y maldiciones, el autor Choukri se introduce en el interior de la miseria de esas gentes que viven en Tánger. Seres en la frontera de la marginalidad deambulan por las páginas de Choukri intentando reconocer un oscuro túnel del sentido de la supervivencia, de la dignidad y paradójicamente de la alegría.

Su prosa desgarrada, aguda, precisa, alcanza sus mejores momentos para relatar el perfil interno y externo de quince personajes que se encuentran y se pierden en la geografía nocturna y áspera de una ciudad literaria que ya no es ni mucho menos lo que fue Tánger.

Esta es una ciudad abandonada y derrotada, ahora es la ruina la que va devorando las fachadas de los edificios modernos, el bulevar Pasteur ya no es el de antes, el de los tiempos en que los hindúes vendían relojes de marca y equipos de radio de importación. Se han ido y las tiendas están desprovistas. Los géneros desfasados y los mostradores anticuados.

Murió con 68 años, como Jean Genet, dejó el cadáver de un señor mucho mayor. A su entierro en el cementerio de al Marshán acudió la Tánger menos convencional. Los amigos fueron a despedir a un gran escritor. También acudieron los que suelen aprovechar cualquier ocasión para hacerse notar, pero no tuvieron nada que hacer. Quienes ansiaban protagonismo entre plañideros o llorosos encontraron el silencio. Cuando el féretro se aproximó a la fosa, sólo se escuchó: ¡Adiós Choukri! y ahí acabó todo. El homenaje más breve que cabía imaginar para una vida colmada de excesos.

Una existencia de resaca permanente ahogada en alcohol, que supo sin embargo encontrar el significado de la lucidez. Así lo atestiguan muchas de sus frases predilectas, como “he comprado mi hambre” o “soy el enano de mí mismo”.

Más allá del personaje que algunos quisieron explotar obviando su escritura, la verdadera genialidad de Choukri brilló siempre en los antros o bares, en compañía de sus fieles lectores y admiradores, que nunca le permitieron un resbalón. Extraño espíritu indómito, coherente con sí mismo y transgresor hasta la muerte.

El reconocimiento póstumo de este escritor maldito llegó cuando su traductora Rajae Boumediane y su editorial Cabaret-Voltaire consiguieron colocar a Mohamed Choukri en los primeros puestos de los autores más admirados en España, sus libros empezaron a ser los más solicitados por los lectores. Si bien nadie duda que choukri es un autor que ningún conocedor de la literatura contemporánea que se precie debe perderse y sus novelas, la última de las cuales El loco de las rosas acaba de aparecer, han sido aclamadas como obras maestras, a mi me gusta más su novela Rostros, amores, maldiciones que refleja de manera precisa el mejor Choukri, el escritor del que una vez leído algo resulta difícil olvidar El pan a secas una de la primeras que escribió que tiene el encanto de los textos iniciáticos.

Tribuna abierta
Mohamed Choukri, escritor por antonomasia del Tánger subterráneo.

Por Mustafa Akalay Nasser

“Expulsado por las carencias y la sequía, arrojado en brazos de la aventura, el inmigrante no lleva con él más que un rayo de esperanza y un asustado soplo de dignidad. Conozco los asuntos de la vida errante, yo también he sido perseguido por niños y viejos, pero me fue dado aprender la lengua de mis perseguidores.

Es verdad que intentaba disimular mi acento para ocultar mi origen indeseable en una sociedad arabizada que despreciaba a los rifeños. Pero terminé escribiendo mis obras en esta lengua estructurada y poderosa (el árabe fusha), clara y extranjera .La sometí a mi ley. La vencí.”
Mohamed Choukri.

Mohamed Choukri, rifeño de nacimiento y tangerino por residencia (1935-2003), fue considerado como uno de los sólidos valores de la narrativa arabo-magrebí como lo demuestra su extensa y prolífica producción literaria que tuvo sus comienzos a mediados de los años sesenta.

Abarca tanto novelas, como relatos breves y teatro, publicó diversos ensayos en revistas árabes de crítica literaria, así como traducciones al árabe de poetas españoles, tales como los hermanos Machado, Miguel Hernández, Federico García Lorca, etc. También escribió acerca de sus vivencias con “los malditos”: Jean Genet y Tennessee Williams.

La vida de Choukri está relacionada fundamentalmente con la ciudad de Tánger, aunque no nació en esta ciudad, estuvo predestinado a residir en ella, y ambos se pertenecen. Dicha ciudad aparece por doquier en su obra literaria como un tema recurrente. El territorio de Choukri es un mundo de adversidades, presenta quiebras, altibajos, rupturas, crudeza no exenta de ternura, marginación y violencia.

En su novela Rostros, amores y maldiciones, el autor Choukri se introduce en el interior de la miseria de esas gentes que viven en Tánger. Seres en la frontera de la marginalidad deambulan por las páginas de Choukri intentando reconocer un oscuro túnel del sentido de la supervivencia, de la dignidad y paradójicamente de la alegría.

Su prosa desgarrada, aguda, precisa, alcanza sus mejores momentos para relatar el perfil interno y externo de quince personajes que se encuentran y se pierden en la geografía nocturna y áspera de una ciudad literaria que ya no es ni mucho menos lo que fue Tánger.

Esta es una ciudad abandonada y derrotada, ahora es la ruina la que va devorando las fachadas de los edificios modernos, el bulevar Pasteur ya no es el de antes, el de los tiempos en que los hindúes vendían relojes de marca y equipos de radio de importación. Se han ido y las tiendas están desprovistas. Los géneros desfasados y los mostradores anticuados.

Murió con 68 años, como Jean Genet, dejó el cadáver de un señor mucho mayor. A su entierro en el cementerio de al Marshán acudió la Tánger menos convencional. Los amigos fueron a despedir a un gran escritor. También acudieron los que suelen aprovechar cualquier ocasión para hacerse notar, pero no tuvieron nada que hacer. Quienes ansiaban protagonismo entre plañideros o llorosos encontraron el silencio. Cuando el féretro se aproximó a la fosa, sólo se escuchó: ¡Adiós Choukri! y ahí acabó todo. El homenaje más breve que cabía imaginar para una vida colmada de excesos.

Una existencia de resaca permanente ahogada en alcohol, que supo sin embargo encontrar el significado de la lucidez. Así lo atestiguan muchas de sus frases predilectas, como “he comprado mi hambre” o “soy el enano de mí mismo”.

Más allá del personaje que algunos quisieron explotar obviando su escritura, la verdadera genialidad de Choukri brilló siempre en los antros o bares, en compañía de sus fieles lectores y admiradores, que nunca le permitieron un resbalón. Extraño espíritu indómito, coherente con sí mismo y transgresor hasta la muerte.

El reconocimiento póstumo de este escritor maldito llegó cuando su traductora Rajae Boumediane y su editorial Cabaret-Voltaire consiguieron colocar a Mohamed Choukri en los primeros puestos de los autores más admirados en España, sus libros empezaron a ser los más solicitados por los lectores. Si bien nadie duda que choukri es un autor que ningún conocedor de la literatura contemporánea que se precie debe perderse y sus novelas, la última de las cuales El loco de las rosas acaba de aparecer, han sido aclamadas como obras maestras, a mi me gusta más su novela Rostros, amores, maldiciones que refleja de manera precisa el mejor Choukri, el escritor del que una vez leído algo resulta difícil olvidar El pan a secas una de la primeras que escribió que tiene el encanto de los textos iniciáticos.

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