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Ventana al mundo

Paz y democracia cara al futuro

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La paz es el mejor “caldo de cultivo” para la única gran batalla que vale la pena pelear por parte de cada generación y de cada pueblo: La batalla por el desarrollo cultural, social, económico, es decir, por los bienes del espíritu y del progreso en libertad y justicia.

De ahí que deberíamos proponernos profundizar al máximo la convivencia en democracia, es decir, en una democracia intensamente participativa de la sociedad civil: “todos a una”. Sin embargo, esa gran batalla está de antemano perdida si no se logra consensuar previamente las voluntades y allegar los medios para establecer una eficaz vigilancia e intervención mancomunada a favor de la paz por parte de todos, local y globalmente. También es indispensable que todos los Estados, ricos y pobres, participen dentro de un marco jurídico mundial que establezca los derechos y deberes de todos desde una nueva teoría y práctica sobre el ejercicio de las soberanías nacionales. Todo esto requiere un liderazgo de nuevo corte y talante que contribuya a superar los conflictos en vez de crearlos: Líderes con visión global, capaces de ilusionar y orientar la acción, dejando amplio margen a la iniciativa local y privada, colectiva e individual porque cada uno de nosotros puede y debe contribuir en el seno de la sociedad civil a la solución de los problemas dentro de una estrategia global, multisectorial e intercultural.

Para poder dar una respuesta positiva a tan inmenso desafío es indispensable, sin embargo, empezar por tomar plena conciencia del alcance y de la gravedad de la situación actual y actuar cuanto antes con la determinación y el vigor que movilicen la voluntad política y el ingenio creativo necesarios para alcanzar el desarrollo en paz anhelado en base a una educación para la convivencia democrática.

Por su parte, Su Santidad Juan Pablo II, desde su extraordinaria autoridad espiritual, afirmó en su día (1984) con fortuna que “la paz nace de un corazón nuevo” ya que “el corazón, en el lenguaje bíblico, es lo más profundo de la persona humana en su relación con el bien y el mal, con los otros, con Dios. (…) Mediante el corazón, el hombre se hace sensible a los valores absolutos del bien, a la justicia, a la fraternidad, a la paz”. (fin de la cita)
Estamos ante la necesidad de crear una nueva conciencia humana; nuevos modelos de desarrollo, y una estructura ética para la supervivencia y el progreso sostenible, tomando lo mejor de la sabiduría de todos los pueblos y culturas del mundo para educar a favor de la convivencia democrática de los futuros ciudadanos del mundo.
(*) Aurelio Peccei: Cofundador y primer Presidente del Club de Roma.

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