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Carta del Editor

De la Consejería de Empleo y el Deporte local

melillahoy.cibeles.net fotos 1289 pagina 3

Lo de los malditos planes de empleo son, en nuestra ciudad, una manifiesta muestra de cómo se puede tirar el dinero público sin crear un sólo puesto de trabajo, e incluso dificultando que se puedan crear, por el mal ejemplo (cobrar sin trabajar, en la mayoría de los casos) que en general dan.

Desde que se conoció -mal día- la composición del nuevo macro-gigantesco-innecesario gobierno local se ha venido repitiendo que la nueva Consejería de Empleo era el "buque insignia" del nuevo Ejecutivo del presidente Imbroda. Bajo la dirección de la dinámica y prometedora Sofía Acedo, una de las que ha ascendido, se señala que el objetivo de dicha Consejería -en mi opinión innecesaria, como ya dije en su día- es "potenciar las acciones que contribuyan a la creación de riqueza y a la reducción de las listas de desempleados melillenses".

Mencionar desde la administración pública que se va reducir el desempleo y justificar a continuación cualquier gasto nuevo, es todo uno. Una justificación que sólo tiene un impedimento: que jamás se ha conseguido disminuir el desempleo a base de gastar más dinero público (que es privado, porque somos los ciudadanos los que pagamos) ni en Melilla ni en ninguna otra parte del mundo, excepto en países con regímenes totalitarios, como la extinta URSS, en los que, por ley, se implantó el pleno empleo y se castigó al que dijera que no existía. Lo de los malditos planes de empleo son, en nuestra ciudad, una manifiesta muestra de cómo se puede tirar el dinero público sin crear un sólo puesto de trabajo, e incluso dificultando que se puedan crear, por el mal ejemplo (cobrar sin trabajar, en la mayoría de los casos) que en general dan.

Un dato global que explica porqué España no despega (aunque puede hacerlo): el 22% de los trabajadores españoles son funcionarios. Y eso sin contar con los asesores externos, cargos de confianza (unos 20.000 en España, con un coste para las arcas públicas de 1.000 millones de euros) y sin contar las empresas públicas. El resultado es que la administración pública le cuesta de media anual a cada español un poco menos de 10.000 euros, una cifra escandalosa, inasumible. Y lo que es peor: según un estudio del BBVA, el 70% de la población quiere un trabajo en la administración. Olvidando lo que decía Bastiat:"Todo el mundo quiere vivir a expensas del Estado. Se olvidan de que el Estado quiere vivir (y vive) a expensas de todo el mundo".
Para salir del agujero del estancamiento, especialmente en Melilla donde el agujero es especialmente profundo, es necesario cambiar mentalidades, crear y atraer inversores. ¿Cómo? Bajando impuestos. Creando un régimen de autónomos en el que todos, no sólo los jóvenes, paguen una cuota pequeña, de 25 euros. Simplificando al máximo el proceso burocrático para montar una empresa o un negocio, un proceso que en España, y en Melilla, es ahora caro, lento, inaceptable. Pagando (esto es muy importante) a los políticos y funcionarios involucrados en el proceso, empezando por los de la nueva Consejería de Empleo, por la consecución de resultados en inversión real y creación de puestos de trabajo reales (o sea, no en la administración pública), en vez de hacerlo por gastar todo el presupuesto. Conseguir que haya menos gente "parando cosas" y más gente "haciendo cosas y facilitando". Incentivar el alquiler de viviendas, bajando el IBI. Estimular el autoempleo, apoyando el cambio de chip de empleado a empleador. Y cosas así.
¿Se puede hacer todo esto en Melilla? Se puede y ojalá Sofía y todos los miembros de su Consejería ganasen mucho dinero con ese nuevo sistema de retribución. Pero, ¿Se va a hacer? Pues, dada la experiencia de los últimos años, me parece que no, porque hacer un nuevo cesto con los mismos, o parecidos, mimbres es, sencillamente, imposible. Ojalá me equivoque y, por ejemplo, la nueva Consejería de Empleo funcione y cree empleo de verdad, pero….
Un ámbito en el que en Melilla se podría hacer también mucho es en el del deporte. Lo habitual, como en tantas otras cosas de nuestra ciudad, es oír que el deporte en Melilla va muy bien. Disentía antes, cuando era un buen deportista, de esa opinión generalizada y, después de haber estado cinco años trabajando gratuitamente para que un deporte, el golf, pudiera crear riqueza para Melilla, ahora disiento más. Porque el deporte aquí es, como casi todo, una actividad pública, subvencionada, forzada a vivir de la subvención, dirigida por una burocracia en la que hay algunas personas de valía, pero en las que hay muchas personas, demasiadas, cuya misión es "parar cosas", desanimar cualquier iniciativa (especialmente las que conduzcan a depender menos de la administración), arruinar cualquier ilusión productiva. El resultado es que se emplea mal el dinero público, se perpetúan patrones de comportamiento propios de siglos anteriores, se mantienen con vida artificial y dinero excesivo actividades deportivas que nunca podrán salir del marasmo en el que se hallan, se pierden (por burocracia excesiva y falta de reflejos) oportunidades de modernización. En el deporte, como en el resto de actividades de Melilla, no se debe seguir así, como estamos, pero ¿se cambiará?
Yo le tengo cariño, y me parece que es una persona muy práctica y que conoce muy bien nuestra ciudad, al nuevo Consejero de Deportes, Antonio Miranda. Para cambiar todo lo que es necesario cambiar en el deporte local, que es muchísimo, va a necesitar mucho trabajo, mucha imaginación, mucho apoyo. Y es absolutamente imprescindible que no pretenda cambiar con los mismos mimbres, o las mismas personas, con las que, se ha demostrado, es imposible cualquier cambio, cualquier mejora. Si recurre a las recetas ya usadas y fracasadas, fracasará. Que es lo que no le deseo, porque ni lo merece él, ni, sobre todo, lo merece esta ciudad.

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