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Melilla en mi recuerdo

Mi padre, el Muelle y sus prismáticos

Lo siento, no reconozco ese Puerto o ese Muelle como el de Melilla. Para mi, para otros muchos veteranos, “mi padre si aun viviese” seguirá llamándose el Muelle, nuestro Muelle, que como es lógico, igual que nosotros, mirad si hemos cambiado con el transcurrir del tiempo, precisamente viene a colación algo que en un cartel en la “rúe” he leído esta mañana: “Nada ha cambiado, yo si he cambiado, así que todo ha cambiado”.

No puedo remediarlo, en la distancia del tiempo y también en la distancia física y geográfica la nostalgia me invade, y se me empañan las retinas. Me parece estar viendo aun a mi padre con su clásica boina negra cubriéndole su buena calva y con aquellos prismáticos de petaca no perdiéndose ningún detalle, situado en su lugar predilecto. Mayormente eso ocurría algún sábado, o bien domingo si alguna “chapuza” (chapuza en el buen sentido, así se llamaba algún trabajillo por encargo) de albañilería no se lo impedía. A mi también me gustaba pasear por nuestro Muelle o Puerto, ver de pescar en cualquier cuadrante de atraque, bien en la zona de barcos de pesca (creo que ya no quedan, incluso aquí en el Puerto de Castellón después de faenar en aquellos años en Melilla, he visto atracado en el muelle pesquero al Nuevo Camisón, conozco aquí también a una de las hijas del dueño/patrón de aquel conocido barco de pesca) o en cualquier otra, incluso en las escolleras o en el faro de entrada.

Mi padre Antonio, siendo de Cómpeta en la sierra Almijara malagueña, creo que no había visto nunca el mar hasta que embarcó rumbo a Melilla abandonando a su familia y el campo o cortijo familiar. Alguna tarde si no quería ir hasta el Muelle por la falta de tiempo, desde nuestra casa del Monte Mª Cristina se acercaba a los Cortaos o visionaba esa zona desde el Cementerio de la Purísima. Le encantaba el mar y en el Puerto disfrutaba, su lugar preferido era estar sentado con algún otro paisano melillense en uno de esos bancos desde la altura preferencial por encima de la escollera (esa de los MENAs ahora. Existía también una parte similar inferior, él prefería la de arriba que iba desde faro (del Pueblo) a faro (el de entrada de barcos), en ese primer muelle era donde solía atracar el buque-correo de pasajeros (yo conocí el Antonio Lázaro, Vicente Puchol y creo que Virgen de África también), ver el desembarco de pasajeros o el embarque, despedir a los que marchaban o recibir a los familiares que llegaban. Bien temprano (a madrugar no le ganaba nadie) se situaba ya arriba con esos prismáticos, disfrutaba viendo aparecer el barco en la lontananza girando desde el Cabo Tres Forcas.

Alguna tarde, o mayormente la de los sábados o domingo a cualquier hora también se situaba en lugar preferente para contemplar la carga y descarga de buques y cuando en aquellos años 50 y posiblemente algunos de los 60 llegaba el tren del mineral, la salida a faenar de los barcos de pesca o contemplar algunos barcos de guerra de la Armada Española cuando nos visitaban, también el buque escuela Sebastián El Cano.

Muchas veces cuando nos veíamos en casa más tarde me decía: “Antoñín te he visto por el Muelle con un amigo, o con una amiga (si ese era el caso, “iniciaba un pequeño e inocente interrogatorio”), cuando era con amiga siempre trataba de pasar por abajo disimuladamente hasta llegar al faro sin que me viese, pero no se le escapaba una y con los prismáticos menos, pero en aquellos tiempos “los besos, cuatro toques y algún achuchón se daban a escondidas, ¿o no?”.

Bueno, el escribir esto me lo ha propiciado una vez más Melilla Hoy con la noticia, fotos incluidas, de esa larga pasarela para viajeros (¡Joder!, 294 metros leo) y que el “flamante” presidente de la Autoridad Portuaria de Melilla y la Asamblea supongo, han aprobado un presupuesto de 1’4 millones de euros para dotarlo de una pasarela mecánica en cuatro tramos de 44m, es decir unos 132 metros totales ¡Qué barbaridad!-Papá, mejor que no hayas visto esa obra que quita tanta visibilidad a los atraques de barcos y a la contemplación de quienes llegan y quienes marchan. A mi, lo siento, pero no me gusta a pesar de la modernidad por el avance tecnológico inevitable en todo tipo de infraestructuras modernas en puertos y aeropuertos. El Sr. Marín dice que así será un puerto más atractivo (lo pongo en duda) frente a directos competidores, supongo se referirá especialmente al del la vecina Nador, y que será un gran logro (pues que bien). No tengo más remedio que añorar aquel otro Muelle de Melilla más clásico, diáfano y entrañable de los años 50 y 60 que yo conocí. Cierro los ojos y sigo viendo la silueta de mi padre Antonio, su boina y sus prismáticos, los pasajeros bajando y subiendo por aquellas pasarelas tambaleantes y el tren del mineral llegando a la zona de carga y descarga.

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