Una cuestión que se plantean muchos librepensadores que de una forma u otra se han alejado de la iglesia es: ¿Cómo puede ayudar un cura desde un confesionario a una persona agobiada porque ha hecho algo mal en su matrimonio, o sobre los problemas que han surgido en el mismo? ¿Qué solución se llevará a casa el preocupado feligrés?
Ciertamente parte de la controversia gira en torno a si los curas pueden dar consejos matrimoniales, lo que visto desde una perspectiva crítica, sería comparable a como si un médico solo hubiese leído sobre enfermedades pero nunca hubiese tratado a un paciente. A lo sumo podrían dar como directrices los Diez Mandamientos y el Sermón de la Montaña, aconsejando algo así: vuelve a casa y piensa si lo que estás haciendo concuerda con el Sermón de la Montaña.
No hay que extrañarse de que la moral matrimonial de la iglesia haya sido durante mucho tiempo asfixiante, con todos esos preceptos que llegan hasta la alcoba de los cónyuges. El desamparo eclesial en un asunto tal se expresa en que se huye hacia consideraciones generales como la siguiente declaración dada por el Papa Benedicto: «La relación hombre-mujer, con su singularidad, reciprocidad y complementariedad, constituye sin duda un punto principal de la cuestión antropológica, que para la cultura contemporánea es tan decisiva». Una vez más la iglesia da muestras de que cuanto más lejos se encuentra de un tema tantas más palabras sin sentido emplea, con esto sólo intenta ocultar un profundo desconocimiento del mismo.
Ana Sáez Ramirez, Del programa de radio : « Jesús y las mujeres »
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