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El torreón del vigía

El azúcar de la corrupción

Es de las cosas creadas por el hombre que resultan más detestables. Es la manzana que se ofrece y en la que se cae con demasiada facilidad. También se puede llamar astillas, regalos, escándalo, comprar. Viaja en sobres, en cajas de puros o en maletines, se esconde en contratos o aflora en una zanja.

Si valoramos las encuestas comprenderemos hasta donde el ciudadano es capaz de situarla, nada menos que el 69% consideran que el soborno y la corrupción son el modus operandi habitual en los negocios. Suena porque existe pero también hay otra vida o mejor otros comportamientos, aquellos que se preocupan por los demás y que dedican su tiempo a ser caritativos, da igual en Banco de Alimentos, Caritas, Manos Unidas o Melillenses solidarios en acción. Es la labor callada pero efectiva, dar con la derecha sin que lo sepa la izquierda. Su Santidad el Papa, Francisco se ha referido a la responsabilidad individual en la lucha contra los problemas colectivos: “Si no quieres corrupción en tu corazón, en tu vida, en tu patria, empieza por ti mismo. Si no empiezas tú, tampoco lo hará el vecino”. “Incluso en el Vaticano hay casos de corrupción; la corrupción es algo que se nos mete adentro, es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil, y después terminamos mal. Por favor, no le tomen el gusto”. Un gusto que engancha a tantos a costa del resto que sufre carencias y padece el engaño. Este fin de semana hemos vuelto a ver a más de cien voluntarios de Banco de Alimentos en los distintos supermercados de Melilla que piden algo de lo que nos sobra para aquellos que carecen de lo más imprescindible para vivir. También en la Hípica, Melillenses solidarios en acción han recogido alimentos no perecederos, productos infantiles, ropa, juguetes y material escolar. La necesidad no conoce sexos ni creencias o ideologías, pega duro en cualquier estación y se sitúa ahí a su lado, no hay que pensar en otro continente. Simplemente no hay derecho cuando tanto se derrocha o hacemos acopio o practicamos un consumismo que va más allá de lo necesario. Parece que la proximidad a la Navidad nos trata de hacer mejores, nos llena de buenas deseos, pero eso es un espejismo que no colma a aquellos semejantes que reclaman no el pescado sino la caña. Una mejor distribución de la riqueza solventaría las carencias en tantos lugares del mundo y una controlada distribución de alimentos a aquellos países en vías de desarrollo superaría el abuso por los círculos de poder que se apropian de los mismos a costa de la pobreza de su población. Nunca será suficiente todo lo que podamos hacer por los demás, no se valora la cuantía sino el esfuerzo que hagamos, incluso quitándolo de lo que precisamos. Navidad no es solo Diciembre, es una filosofía en nuestra existencia para practicar el resto del año. Ya saben que en la tarde de la vida nos examinaran del amor.

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