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El rincón de Aranda

La protección de un “cadáver”

melillahoy.cibeles.net fotos 1474 Juan Aranda web

Después del Desastre del 24.06.1898 en Cuba, varios diputados acorralaron a Francisco Silvela, reprochándole que siguiera protegiendo al Gobierno. Entonces D. Francisco, al que apodaron: “La Daga Florentina”, por su agudeza parlamentaria, pronunció una de sus célebres frases, contestándoles: “¡Qué he de proteger yo al Gobierno!.

No se protege a los cadáveres. Lo único que se debe hacer con ellos es respetarlos, y si el Gobierno permanece en el banco azul, es por la piedad que inspiran los muertos”.

Esta anécdota viene muy bien como simil en estos días, para aplicárselo Rajoy y a quienes lo apoyan. Aunque yo le aplicaría el de “D. Tancredo”, por su inmovilismo ante los cambios, y esa postura política incapaz de resolver las nuevas situaciones que se han ido conociendo durante estos últimos años en el país. Por eso mismo debiera tener un poco de cuidado, porque como en alguna ocasión en la que, encomendado a la Virgen, no salió don Tancredo López Martín, tan bien parado, ya que podría venir la expresión: “Fíate de la Virgen y no corras”. En este caso sería no fiarse de sus propios correligionarios. Mucha gente que no tiene ni idea de política, como yo, podría pensar, que si Mariano ganó las Elecciones, con más de siete millones de votos (lo repiten mucho), por qué, aunque solo lograse a regañadientes los únicos votos de su partido, no se subió a la tribuna del Congreso e intentó, otra vez, investirse como presidente. Claro que la declinación al Rey, cualquiera pudo pensar que le dijo algo así como: “Majestad, perdóneme que decline, pero ya se podrá imaginar si me presento en el Congreso con el bagaje de los cuatro años tan aciagos de mi gobierno, con tantos recortes, con tantas leyes injustas, con el rodillo de mi mayoría absoluta, desoyendo a la oposición, y la asquerosa corrupción podrida y agusanada, en mi partido, que me invade, y corroe, en toda la geografía de nuestro gran país, llamado España, (como diría un ínclito colaborador). Y fíjese ahora, como si no tuviera suficiente con las tarjetas negras, con Acuamed, Baltar, Brugal, Bárcena, Rato, Blesa, Gürtel, Rasputin, Naseiro, Bankia, y la tira de ellas, que ya ni me acuerdo de cuantas son. Y fíjese que ahora, Majestad, como colofón, me sacan lo de Valencia: ¡Qué vergüenza Dios mío!. Créame que estoy abochornado y siento rubor en mis barbudas mejillas. Dese cuenta que hasta Rita, no la cantaora, sino la mejor, la de Valencia, tuvo que esconderse tras la cortina del salón de su casa, al enterarse que “está en capilla”, como sus concejales. Pero menos mal que en el Senado, el que algunos lenguaraces llaman: “Cementerio de los Elefantes”, de momento entre los compañeros del partido anda, la pobre mía, acurrucaíta y abochornaíta. Así que si no le importa le hago una declinación, pero que sepa que estaré al loro, por si Pedro, no logra alcanzar la mayoría. Y acuérdese también que estaré en la posición del “Perro del hortelano”. ¡Siempre a sus órdenes, Majestad!”.

No sé usted, querido lector, pero pienso que muy bien pudo ser este el diálogo. ¿No cree?.

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