Me viene a la memoria un nombre. Un nombre del comercio al cual tuve la suerte de conocer y tratar a través de tres generaciones del mismo, ya que con más de cien años de existencia, siempre fue para mí, un motivo de sentimiento y quehacer propio, pues gran parte de mi vida, estuvo relacionada indirectamente con el, al igual que con otros de la ciudad.
Un nombre, el cual fue siempre, no la representación, sino mas bien, la sonoridad de todo aquello que en si mismo definía la razón y la propia existencia de esta ciudad.
Un nombre propio, que se hacia común, pronunciándose en la enseñanza, en el comercio y en la cultura y todo aquello que contribuye al desarrollo y convivencia de las gentes, cuando estas se unen y se ejercitan ilusionadas en la conquista de la personalidad.
Un nombre, que en el mismo corazón de Melilla, ayudaba a todo aquello, que desde niño se exige para ser persona, como es su educación y sus conocimientos. Y ese nombre, no solo colaboraba con su trabajo y dedicación, sino que también, ese nombre, le aportaba, recordándole en el, una hermosa, legal y propia identidad, al estar formado, fortalecido y fervientemente pronunciado por miles de corazones.
Un nombre, que venía a decir claramente, sin discursos ni oratorias, lo que en realidad era esta ciudad, porque lo era y para que lo era.
Un nombre que distinguía, referenciaba y fortalecía, todo aquello, a lo cual, parece ser, que solo le va quedando el nombre.
Un nombre muy sencillo. Fácil de decir y difícil de olvidar:
LA ESPAÑOLA Sencillamente.
BUENOS DIAS Y Buenos recuerdos
