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Francisco José Meléndez: “Los cristianos somos perseguidos y castigados por manifestar nuestra creencia en público”

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Francisco J. Meléndez pronunció ayer un pregón de Pentecostés que fue “escrito desde el corazón”, con el que demostró su entrega y devoción hacia la Blanca Paloma. En él pidió a los miembros de la Hermandad del Rocío de Melilla que nunca dejaran de proclamar su fe en ‘La Reina de las Marismas’. La pasión que depositó en cada una de sus palabras caló muy hondo entre los asistentes, que se deshicieron en sonoros aplausos durante todo el discurso. Las puertas de la Iglesia del Sagrado Corazón se abrieron ayer para los miembros de la Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Melilla. El acto dio comienzo mientras las voces del coro acompañaron la incorporación del simpecado de la entidad presidida por Juan Eladio Cerrato. Fue el fundador de la Hermandad del Rocío de San Juan de Aznalfarache, Fernando Garrido, quien regresó a “esta bendita tierra” para dar paso a su paisano y amigo, Francisco José Meléndez, sobre el que recayó la responsabilidad de pronunciar el pregón de Pentecostés.
Meléndez lo avisó nada más empezar. El suyo era un pregón “escrito desde el corazón” para los melillenses y, en especial, para la Paloma Blanca. El joven sevillano pronunció un discurso cargado de exaltación, reivindicación y devoción hacia ‘La Reina de las Marismas’, mientras los presentes se dejaron embaucar por la emoción de sus palabras, solo interrumpidas por sonoros aplausos.
“Los cristianos somos perseguidos y castigados por manifestar nuestra creencia en público”, censuró. Por eso, a lo largo de su manifiesto, Meléndez pidió a los miembros de la Hermandad del Rocío de Melilla que no persistieran en proclamar su fe hacia María allá por dónde fueran. “Porque la Virgen del Rocío nunca se va. Ella siempre se queda en los corazones de todo aquel que la invoca”. En esta línea se dirigió también a los miembros más jóvenes, para animarles a que sigan “el ejemplo cristiano y rociero” de los mayores, además de involucrarse para que la hermandad no se convierta en un “círculo cerrado”.
“El camino hay que vivirlo”, pregonó Meléndez, que lamentó los “prejuicios” que manchan la imagen de esta tradición. “El Rocío de la fiesta, el de la juerga”, expuso. Por ello, incidió en que el dogma de la entidad residía en enseñar a las personas a no estar condicionadas por las “blasfemias”, para liberar al ser verdadero de “influencias, modas y estereotipos”.

Manifiesto por la paz
El pregonero, además, hizo un manifiesto por la paz. “¿A dónde va este mundo, que se me ha vuelto loco?”, dijo recitando los versos de Paco Millán. En esta línea, Meléndez se encomendó a la Paloma Blanca “para que vuelva a amanecer en Siria y los refugiados puedan volver a sus casas”. Pero también pidió paz para Melilla, para Nador, para los saharauis y para cada rincón del planeta.

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Irene Quirante

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