Apenas dos meses después de la Semana de Pasión, las principales calles de la ciudad se volvieron a llenar de olor a incienso y flores por la procesión del Corpus Christi, en la que, un año más, participaron cientos de melillenses, muchos de ellos familias enteras que arropaban a los niños que este año han recibido su Primera Comunión. El paso procesional tuvo como antesala una misa en la Iglesia del Sagrado Corazón, oficiada por el párroco de la Iglesia de San Agustín, Rafael López Cordero.
A la misa se siguió una puntual procesión en la que participaron, un año más, varios centenares melillenses. Los auténticos protagonistas de este acto religioso fueron las decenas de niños que acudieron ataviados de forma impecable con sus trajes de Primera Comunión, que fueron llenando de colorido las calles con los pétalos que iban dejando al paso del Palio procesional.
Se instalaron cuatro altares. El primero en la Calle Castelar, a las puertas del Centro Hijos de Melilla donde además del rezo, intervino el Coro Rociero de Jesús Cautivo y Nuestra Señora de la Victoria. Desde allí, fueron hasta el segundo altar, en la Plaza Menéndez Pelayo a iniciativa de Cáritas Interparroquial. El tercero estaba en la Plaza de España a propuesta de la Agrupación de Cofradías, y el cuarto en la puerta del Sagrado Corazón a iniciativa de la Cofradía de la Soledad. Los sacerdotes y párrocos se turnaron a la hora de llevar la Custodia y en cada relevo el sacerdote se hizo acompañar por sus feligreses, que portaban el palio que cubría el Cuerpo de Cristo.
En la organización y desarrollo de la celebración del Corpus participaron la Vicaría episcopal, Cáritas Interparroquial, las parroquias melillenses, las cofradías de pasión y hermandades de gloria y las autoridades locales.
El origen del Corpus Christi se remonta al siglo XIII
El Corpus Christi, una fiesta que recuerda la ‘Última Cena’, se celebra cada año en un día diferente porque, al igual que otras muchas fiestas católicas, depende de cuándo sea Semana Santa: está estipulado que el Corpus se celebre el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, una fiesta que, a su vez, es siempre una semana después del domingo de Pentecostés. Esta efeméride quiere recordar la Eucaristía: cuando, según la Biblia, Jesús convirtió el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. De ahí su nombre: Corpus Christi significa, en latín, «Cuerpo de Cristo».
El origen de la fiesta se remonta al siglo XIII, y se debe a una monja belga, la santa Juliana de Mont Cornillón. Según explican en la página especializada en temas de religión aciprensa.com, Juliana tenía «una gran veneración al Santísimo Sacramento» y «añoraba que se tuviera una fiesta especial en su honor». Este deseo se intensificó «por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad», relatan. Esta monja contó sus visiones al obispo de la ciudad, quien decidió convocar la fiesta en su región en 1247.
Fue unos años después, en 1264, cuando el papa Urbano VI fijó en una bula la fiesta del Corpus Chirsti a toda la Iglesia, fijando la fecha precisa en la que debía celebrarse: después de Pentecostés. A la muerte de éste, sus dos sucesores, Cleente V y Juan XXII, extendieron la fiesta, quedando finalmente asentada en toda la Iglesia en el año 1317. En un principio, esta celebración tenía lugar sólo en los respectivos templos, pero pronto comenzaron a aparecer procesiones como las de hoy en día, haciéndose muy comunes a partir del siglo XIV y quedando definitivamente fijadas en el Concilio de Trento del siglo XIV.
