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El Candil

Cada vez más

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Hay cosas que por mi primitivismo educado no entiendo. Yo, como mono desde niño infante por la metamorfosis de bebé, he crecido protegido por la mujer y es curioso que hoy, ya metido en la ancianidad del siglo XXI, sigo siendo amparado por ellas. Es lo mismo que estén bien o mal, que gallardas o cojeantes, siguen amparándome como si fuera un bebé.

Lo peor de todo es que tienen razón, ya que se está cumpliendo aquel axioma de que al llegar a la ancianidad empiezas a comportarte ¡como un niño!. Y es esto porque la mente no quiere ser inutil, y se defiende; pero el problema es que ellas observan y se dan cuenta de que “el niño” que fue un huracán, está renqueante, ya no es aquél que contribuyó en la protección de la familia con la agilidad del joven que lo dupera casi todo lo exógeno.

Tú, o sea yo, no te enteras; crees que el campo es “todo orégano” ¡No! Ahora te cuesta patearlo. Sin ir más lejos, esta noche, en vista de que a mi sensible oido le molestaba cierto ruidito provocado por el aspa de un ventilador, levanteme sigiloso, copiando de las peliculas aquellas de indios americanos, los cuales eran malos como aquellos apaches, más ducados que los “pies negros” de Melilla…. ¡Si!, ésos que queman y destrozan o navajean y perdigonean en el Ramadán, amparados por la etnia en ley del silencio como espiritualidad religiosa y no bárbara; y de puntillas yo quise nivelar el ruidillo aquel sin molestar a la matriarca que, tambien practica el silencio cuando de proteger a “sus” niños del ogro de papá; y mira por donde me convertí en Sitting Bull (toro sentado) de nombre Tatanka Iyotanka, de la tribu de los Siux. Y adormilado como iba, aparecí como tal acompañado con el estrepito del ventilador por el suelo ¡boom! El corazón ibame a salir por la boca, sin ver nada de nada, me parecia que estaba cazando “gamusinos” y dentro de tan aguerrido asalto aborigen, se oyó una encantadoravoz que decía “cariño ¿Qué te ha pasado?, por zascandil. O sea que ella ya sabía que el “niño” había hecho una de sus trastadas más sonadas.

El “niño” desde su igenieria electromecánica, y al tacto por invidencia nocturna, colocó como pudo el trasto probocador y temblando de terror por lo que se avecinaba ¡ala! ¡a la cama!. No me atreví a decir “esta boca es mia” y màs obediente que núnca antes, me eché. Tengo que reconocer que,si no fuera por ella y “sus dos delfinas”, éste hombre (o lo que sea) no estaría aquí contando de mi indiada diux. Por éso, sólo por eso, me inclino ante a maternidad. He de decir también que la perseverancia de la matriarca no tendría mis dos guardianes de corp, presentes observadores de ¡el niño! Supongo que a ustedes les pasara lo mismo. Y es que somos como niños.

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