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Columna abierta

Sabemos lo que comemos cuando ingerimos carne

¿Ya no nos acordamos de las vacas locas? Parece que, en materia alimentaria, la memoria es corta. Y, si las administraciones no nos ofrecen garantías de control, se producen hechos como los investigados por la Guardia Civil este mes de julio en el que se han detenido a 14 personas, en las provincias de Lérida, Huesca y Zaragoza, …

…a las que se les imputan delitos continuados contra la salud pública, falsificación documental y pertenencia a grupo criminal organizado por alimentar al ganado con pienso con sustancias prohibidas para el engorde ilegal.

Según Eduardo Bayona, en su artículo El cártel del chuletón se instala en España, “La parte clandestina de la crianza comienza suministrando a las reses en sus primeros meses de vida beta-agonistas como el salbutamol y la salbufilina, diseñados para combatir el asma pero con efectos secundarios como acelerar el crecimiento del animal y aumentar su volumen de carne. Y finaliza dándoles corticosteroides como la dexametasona, un derivado de la cortisona que disimula la presencia de las anteriores sustancias y que da a la carne ese color rojizo que pide el mercado”.

Este problema se acrecienta cuando los consumidores se asombran, no solo de las barbaridades que hacen unos pocos en la alimentación animal, sino al descubrir que la normativa que vela por su alimentación no es tan segura. No siempre la alimentación de los animales es la más sana: con el fin de engordarlos y ganar así más dinero reciben, además de dioxinas en los forrajes, fármacos ilegales, grasas industriales y, como detalla Eduardo Rodríguez Farré, experto en farmacología y toxicología, en el artículo “Piensos animales. Sabemos lo que comen“, antibióticos como la “oxitetraciclina que se utiliza para eliminar bacterias y favorecer el engorde de los animales. (…) derivados de tetraciclina en antibióticos que uno puede encontrar en la farmacia. Respecto a la sulfadiacina, es otro antibacteriano. La sulfadina antes se utilizaba como antibiótico contra la meningitis. Se ha comprobado que origina problemas renales como efecto secundario“. Además, Rodríguez Farré añade: “Y es que el problema del empleo de ambas sustancias en el pienso de los animales es que afectan a la población sensible, y estamos todos expuestos. Por eso hay gente que es alérgica a un medicamento sin haberlo tomado antes, ya que ha sido expuesta en su alimentación”. Todos los piensos, generalmente, están compuestos de forraje, cereales transgénicos y grasas. Y es en la adición de éstas en donde encontramos uno de los problemas más importantes porque se han encontrado casos de grasas para fines industriales con las de elaboración de piensos. Y de grasas animales en otros muchos casos. El caso más escandaloso se dio en Alemania, hace unos años al emplear ácido graso de biodiésel con dioxinas para la elaboración de pienso. Y el problema de las dioxinas -legales como anti-inflamatorias- es que, como advierte Rodríguez Farré, además de su elevada toxicidad, “se eliminan muy lentamente por la orina y las heces, ya que tienen entre siete y 11 años de vida media; es decir, que cuando pasa ese tiempo se ha eliminado la mitad de las acumuladas en el tejido adiposo”.

Y como estamos expuestos a dioxinas en productos cárnicos, lácteos, pescados y demás, la historia siempre se repite. De ahí que se hayan establecido límites para el nivel de estos agentes químicos. Sin embargo, Rodríguez Farré constata que “al tratarse de sustancias bioacumulativas, lo cierto es que, aunque se cumplan esos topes máximos, se desconocen los efectos que muchas pequeñas cantidades de dioxinas puedan tener en el organismo a largo plazo”. Los residuos de ese tipo, explican las fichas del Ministerio de Medio Ambiente, “pueden acumularse en su tejido adiposo, riñones o hígado, pasando a la cadena alimentaria lo que entraña un grave peligro para la salud humana”. El Seprona considera que “el porcentaje de ganaderos que mantiene este tipo de prácticas ilegales es mínimo dentro del sector”, aunque destaca el elevado nivel técnico con el que operan. “Elaboran cócteles de sustancias químicas prácticamente invisibles, cuyas composiciones se encuentran al filo de la capacidad de detección de los medios de análisis de que dispone la Administración”, lo que dificulta notablemente su localización.

Para paliar posibles fraudes -que pueden degenerar en enfermedades, alergias y resistencias a antibióticos- debemos exigir la máxima información y la trazabilidad de los productos consumidos por los animales de todo tipo, así como conocer en qué condiciones se han criado. Si no exigimos seguridad alimentaria sin fisuras, con la máxima información y control, ponemos en peligro, gravemente, nuestra salud.

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